¡Imaginemos nosotros!
Jesús salió al monte a orar. (Lc 6,12)
En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos. (Lc 6,12-19)
En Jesús y en sus discípulos la oración precede siempre a la acción. Es más, podemos afirmar que la acción no es más que la prolongación de la contemplación de la voluntad de Dios. Por esto, es necesario empezar cada día con un momento de silencio y oración, con el fin de orientar todo nuestro día a Dios. Y además, si Él tuvo necesidad de rezar a Dios… ¡imaginemos nosotros!