Entre Israel y Hamás: El derecho a no ser reclutado
El sábado la izquierda desfilará en Roma a favor de Gaza con todo su bagaje de odio antiisraelí y antijudío; pero tampoco se puede compartir la pretensión de que toda crítica al Gobierno israelí sea antisemitismo, como querrían los promotores del llamamiento proisraelí. Perseguir la paz requiere mucho más.

“Hablan de paz, pero en su corazón tienen la guerra”, recita el salmo. Y es un juicio que surge espontáneamente en vísperas de otro fin de semana de manifestaciones públicas a favor de Gaza, pero también de iniciativas a favor de Israel.
La radicalización del conflicto palestino-israelí no solo afecta a Oriente Medio, sino también a nosotros, a Occidente, a Europa y, en concreto, a Italia. El sábado, la izquierda se manifestará en Roma contra la destrucción de Gaza que está perpetrando el ejército israelí, y es previsible que asistamos a la enésima manifestación de odio antiisraelí, o más sencillamente antijudío.
Son patéticos los intentos de disfrazar el verdadero rostro de la manifestación con la petición de la liberación de los rehenes israelíes (vivos y muertos) que aún están en manos de Hamás: ninguno de los que estarán en la plaza de Roma se manifestó al día siguiente de la masacre del 7 de octubre de 2023, cuando los terroristas palestinos cruzaron la frontera y masacraron a unas 1200 personas y secuestraron a 250. Es más, muchos de ellos encontraron entonces una justificación en los abusos cometidos a lo largo de los años por Israel.
No hay motivos para ilusionarse: para ellos, la paz solo es la que quieren Hamás y las potencias que lo apoyan. Es decir, la desaparición de Israel del mapa y la eliminación de los judíos. Prueba de ello es el aumento exponencial de la violencia antisemita en casi todo Occidente.
Lo que hace aún más preocupante esta situación es que esta postura no se limita al juicio sobre el conflicto de Oriente Medio, sino que va de la mano de la complicidad —cuando no de la alianza— con las organizaciones europeas vinculadas a los Hermanos Musulmanes, la misma familia a la que pertenece Hamás. El resultado es que este supuesto “pacifismo” está sentando las bases para una guerra religiosa también aquí, en Europa. Observar lo que ya está ocurriendo en Francia, el Reino Unido y Alemania debería servirnos de lección.
Por otro lado, responde la iniciativa del periódico Il Riformista con un llamamiento “Del lado de Israel” que, aunque denuncia acertadamente el significado de la masacre del 7 de octubre y la peligrosidad de Hamás, comete el grave error de tachar de antisemitismo cualquier crítica a la actuación del Gobierno de Netanyahu, que ahora persigue explícitamente el objetivo de ocupar completamente Gaza y trasladar a otro lugar a sus más de dos millones de habitantes, además de colonizar Cisjordania.
Que criticar al Gobierno de Israel y condenar las masacres en Gaza sea antisemitismo es una equivalencia que debe rechazarse rotundamente. Si bien es verdad para muchos de los que estarán en la calle el sábado en Roma, es completamente falsa para muchos otros que, aunque defienden el derecho a la existencia y a la seguridad de Israel, no pueden cerrar los ojos ante los métodos brutales del ejército israelí, ante el proyecto político de deportación de toda una población ni ante el hambre utilizada como arma de guerra.
El hecho de que Hamás utilice a civiles como escudos humanos y que pretenda maximizar el número de víctimas civiles palestinas para utilizarlas como propaganda no justifica en modo alguno los bombardeos y los ataques indiscriminados que ya no distinguen entre objetivos civiles y militares. Se puede discutir el número real de víctimas (cuya única fuente es el Gobierno de Hamás), pero no hay duda de que es muy elevado, y es también el Gobierno israelí el que impide a los observadores independientes y a los periodistas el acceso a Gaza para verificar lo que está sucediendo.
Ya lo escribimos en noviembre de 2023, cuando quedó claro el enfoque de Netanyahu hacia la guerra contra Hamás, y citando el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que “si existe ‘un derecho a defenderse del terrorismo’, éste no puede, sin embargo, ‘ejercerse en el vacío de las normas morales y jurídicas, ya que la lucha contra los terroristas debe llevarse a cabo respetando los derechos humanos y los principios del Estado de derecho’. Es decir, que, a pesar de que la táctica de los militantes de Hamás de utilizar a los civiles como escudo dificulta las operaciones militares ‘limpias’, no pueden aceptarse los bombardeos indiscriminados que arrasan ciudades, provocan un número indefinido de muertos y cientos de miles de nuevos refugiados, como está ocurriendo”.
Hoy, tras 19 meses, la situación ha empeorado dramáticamente y es aún más injustificable si cabe teniendo en cuenta que el objetivo político-militar de eliminar a Hamás no tiene ninguna posibilidad de alcanzarse.
Hay que reiterar con claridad que el fin no justifica los medios, que hay una enorme diferencia entre el uso de la fuerza y la violencia, y que la seguridad de un pueblo no se consigue sembrando el odio.
Lamentablemente, ese deseo mutuo de aniquilación que desafía la lógica, denunciado ya en noviembre de 2023 por el patriarca de Jerusalén de los Latinos, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, se ha apoderado de los corazones de muchos, también aquí entre nosotros. Y esto lo hace todo aún más difícil: tanto para Oriente Medio como para Europa.