Santa Cecilia por Ermes Dovico
LA VIDA DE JESÚS EN EL ARTE / 8

El hallazgo de Jesús según Simone Martini

Son pocos los datos que nos dan los Evangelios sobre los años ocultos de Jesús, entre ellos, el misterio del Hallazgo a los doctores del templo y su posterior regreso a casa con María y José. Un episodio que Simone Martini pintó de manera original.
-LA RECETA

Cultura 07_02_2022 Italiano English

Desde que fue engendrado, hasta su nacimiento y muy tierna infancia, Jesús inspiró a muchos pintores, escultores, grabadores, poetas y escritores: la Anunciación, la Natividad, la Presentación en el Templo y la Huida a Egipto están representados en cientos de obras de arte, a través de los siglos. En cambio, los aspectos históricos relacionados con los años de la infancia y la adolescencia de Jesús permanecieron mayoritariamente marginales. No sólo en el arte, sino también en los propios Evangelios. Estos son años a menudo definidos (de una manera no académica): años perdidos de Jesús (también llamados los años silenciosos), los años desconocidos, los años faltantes o los años oscuros...

Y entonces surge naturalmente la pregunta: ¿dónde y cómo vivió Jesús?, ¿dónde estudió?, ¿qué hizo hasta los 30 años?, ¿cuándo comenzó su vida pública? A la luz del descubrimiento de los “Manuscritos del Mar Muerto” y su autenticidad y autoridad, varios historiadores y teólogos, empezando por Benedicto XVI (“La infancia de Jesús”, 2013, Rizzoli), plantean la hipótesis de que Jesús (Yehoshua) pasó la mayor parte de los 18 años “desconocidos” de su vida con los Esenios, donde habría estudiado para convertirse en rabino.

Benedicto XVI, llegó a esta importantísima deducción a través, de hecho, de la lectura de los citados “Pergaminos” (150 a. C. - 70 d. C.), descubiertos en 1947, escribió: “Parece que Juan el Bautista, pero quizás también Jesús y su familia, estaban cerca de la Comunidad de los Esenios”. Además del Papa Ratzinger, otros importantes autores también afirman que el rabino judío Yehoshua ben Yosef (Josué hijo de José), más conocido como Jesús de Nazaret, formaba parte de la corriente judía de los Esenios. El erudito francés André Dupont-Sommer (1900-1983) ha dedicado gran parte de su vida al estudio de los manuscritos del Mar Muerto y en su importante obra Les Écrits esséniens découverts près de la Mer Morte escribió en efecto lo siguiente: “Los documentos de Qumran revelan claramente que la Iglesia cristiana primitiva tiene sus raíces, que nadie podría haberlo adivinado, en la secta judía de los Esenios y que de ella deriva buena parte de su organización, sus ritos, sus doctrinas y sus ideales místicos y morales”.

Incluso el teólogo católico y estudioso del Antiguo Testamento Simone Paganini escribió: “El trasfondo cultural del Nuevo Testamento (los Evangelios) y de los Manuscritos del Mar Muerto era casi idéntico”. Establecido esto, es normal preguntarse ¿cómo era la cotidianidad del pequeño Jesús durante los años de su niñez y adolescencia? Encontramos respuestas vagas en los Evangelios, de los que podemos deducir que la familia de Jesús pertenecía a la clase media y que eran personas relativamente adineradas: Mateo explica que la familia en la que creció Jesús era un verdadero clan, formado por varios parientes (entre los que encontramos a Zacarías, sacerdote y padre de Juan Bautista). Marcos, en cambio, se detiene en el oficio del Jesús adolescente. En su Evangelio (6,3), Marcos nos dice que Jesús era “tektòn”, término griego muy utilizado en la época para definir el oficio de artesano y, en particular, de “carpintero” (constructor de techos, muebles y barcos).

Luca, en cambio, nos habla de un adolescente fuera de lo común, que asombraba a quienes lo conocían con su inteligencia e ingenio. “Sus padres acostumbraban a ir a Jerusalén todos los años a la fiesta de la Pascua. Y cuando cumplió doce años, subieron allá conforme a la costumbre de la fiesta; y al regresar ellos, después de haber pasado todos los días de la fiesta, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres, y suponiendo que iba en la caravana, anduvieron camino de un día, y comenzaron a buscarle entre los familiares y conocidos. Al no hallarle, volvieron a Jerusalén buscándole. Y aconteció que después de tres días le hallaron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que le oían estaban asombrados de su entendimiento y de sus respuestas. Cuando sus padres le vieron, se quedaron maravillados; y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has tratado de esta manera? Mira, tu padre y yo te hemos estado buscando[a] llenos de angustia. Entonces Él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿Acaso no sabíais que me era necesario estar en la casa[b] de mi Padre? Pero ellos no entendieron las palabras que Él les había dicho. Y descendió con ellos y vino a Nazaret, y continuó sujeto a ellos. Y su madre atesoraba todas estas cosas[c] en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura[d] y en gracia para con Dios y los hombres”. (Lucas 2, 41-52)

Y partamos propio de este Evangelio para mencionar uno de los cuadros más singulares de la historia del arte: “El Regreso de Jesús a Belén tras la disputa con los Doctores”, una témpera sobre madera pintada en 1342 por Simone Martini. La obra se llevó a cabo en Avignon, Francia, donde la corte papal había sido trasladada desde Roma en 1309, y donde permaneció hasta 1377, bajo la poderosa y condicionante influencia de la monarquía transalpina. Se presume que esta pintura fue encargada a Simone Martini por devoción privada por un alto prelado o quizás por el mismo pontífice. En el cuadro hay una inscripción, en latín, colocada a lo largo del borde inferior del marco, donde se puede leer la datación de la obra y la firma: "Simón de Siena me pintó en el año de Nuestro Señor 1342”. Además, en el libro que la Virgen sostiene en la mano se encuentra otra inscripción en latín que dice: “Fili, quid fecisti nobis sic?” (Hijo, ¿por qué nos has hecho así?).

El cuadro de tamaño mediano (49 x 35 cm) se encuentra en Gran Bretaña, en Liverpool, en la Walker Art Gallery. Es una obra verdaderamente única, porque se centra en la emotividad y la intimidad de la Sagrada Familia, algo fuera de lo común y un aspecto nunca tratado por ningún otro artista. La pintura, con su muy interesante combinación de elementos antiguos y modernos y su extraordinaria calidad, es una verdadera obra maestra, llena de gracia.

Simone Martini presenta en este cuadro un tema único y original en toda la iconografía cristiana: de hecho, al artista no le interesa la disputa con los doctores del Templo, sino que retrata a los tres protagonistas de la Sagrada Familia, destacando sus reacciones tras el hallazgo de Jesús, después de tres días de angustiosa búsqueda de María y José. Esta elección es inusual y traslada la escena al lado más íntimo de las relaciones familiares. El pintor nos adentra en el misterio del crecimiento de Jesús, narrado por el Evangelio, y nos presenta aspectos inéditos del mismo con una excelente capacidad de introspección psicológica de los personajes. Mirando el cuadro, uno parece participar en una escena normal de conflicto familiar: dos padres, aliviados de haber encontrado al hijo que creían perdido y que tratan de hacérselo entender; y un adolescente en aparente rebeldía que no quiere oír razones. Quien contempla la obra, que trata de un misterio rico en significado, sólo puede reconocer la humanidad real asumida por el Hijo de Dios en el acontecimiento de la Encarnación.

Simone Martini, a veces también llamado Simone Senese, nacido en 1284 en Siena y fallecido en Aviñón en 1344, es una pintor y miniaturista de Siena, contemporáneo de Ambrogio Lorenzetti y alumno de Duccio, que utiliza las técnicas del fresco y de la tempera sobre madera. Su obra ejerció una notable influencia en el gótico internacional. Considerado uno de los maestros de la escuela sienesa y sin duda uno de los artistas más grandes e influyentes del siglo XIV italiano, es el único capaz de competir con Giotto. Su formación probablemente tuvo lugar en el taller de Duccio di Buoninsegna.

La primera obra fechada de Martini, reconocida por muchos como su obra maestra, es el gran fresco de la Majestad, realizado en 1312-1315 para la Sala del Consejo del Palazzo Pubblico de Siena, donde todavía está colgado, y que él mismo restauró en 1321 debido a que la obra ya estaba muy dañada por la humedad. En julio de 1317, Simone fue llamado a Nápoles por Roberto de Anjou, quien lo nombró caballero y le concedió una pensión anual. Además, le encargó el cuadro San Ludovico de Tolosa coronando a su hermano Roberto de Anjou, hoy conservado en el museo Capodimonte de Nápoles.

Pintor errante y brillante, Martini pasó de Siena a Nápoles, de Asís a Orvieto, para finalmente llegar a Avignon, donde murió en 1344. Aunque Simone Martini es comúnmente considerado un pintor laico, quien escribe piensa que fue un hombre de gran fe, a juzgar por la belleza y sensibilidad con que humaniza a los personajes divinos, en un intento cortés y respetuoso de acercarlos a nosotros. Y lo logra.