Demasiado tarde
El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue. (Jn 12, 48)
Jesús gritó diciendo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre». (Jn 12, 44-50)
Solo Jesús intercede por nosotros al Padre. Aquellos que rechazan al Hijo no tienen a nadie más que les podrá defender durante el Juicio al que todos seremos sometidos por el Padre. Seremos juzgados en base a la aceptación y a la conformidad de nuestra vida a la enseñanza dada por Jesús. No, por lo tanto, en base a nuestros parámetros. No bastará decir: “He sido bueno”, “No he hecho daño a nadie”. Si habremos mirado a una mujer para desearla, aunque para nosotros sea una cosa sin importancia, según la enseñanza de Jesús habremos cometido adulterio con ella en nuestro corazón, y el adulterio es un pecado mortal digno del Infierno. Y si no hemos perdonado a alguien por algo malo que nos ha hecho, ¿cómo podremos esperar recibir el perdón de Jesús que ha sido tan claro a este respecto? No tomemos a la ligera el Evangelio y la enseñanza de la Iglesia, podríamos arrepentirnos demasiado tarde…