Con mansedumbre
Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera (Mt 11,30)
En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». (Mt 11,25-30)
Cada uno de nosotros está llamado a decidir en quién confía. Toda la libertad humana se reduce a esto. Si soy sabio ¿en quién confiaré más? Confiaré en quien más me ha amado. Solo a través de la aceptación libre del yugo de la cruz, aligerado porque en gran parte ya ha sido llevado por Jesús, los hombres y las mujeres pueden llegar al Padre y la felicidad eterna. Intentemos, pues, aceptar las pruebas de nuestra vida con mansedumbre en lugar de con ira, como nos aconseja hoy Jesús.