Alarma entre los jesuitas: tras el caso Rupnik se respira aire de “limpieza”
El decano del Pontificio Instituto Oriental, el padre Ruyssen, ha sido destituido con efecto inmediato y se le ha alejado de Roma en pleno curso académico. Como el suyo ha habido otros movimientos similares. Los jesuitas se sacuden de encima a los “hermanos difíciles” repitiendo la estrategia habitual: apartar, en lugar de intervenir.
“Agradeciendo al padre Ruyssen su compromiso y su trabajo durante estos años en el Pontificio Instituto Oriental, le recordaremos con cariño en nuestras oraciones”. Así termina una carta colgada en el tablón de anuncios del Pontificio Instituto Oriental (PIO), firmada por el Rector, el jesuita David E. Nazar. ¿Será quizá una de las habituales felicitaciones académicas a un profesor que ha alcanzado la edad de jubilación? ¿O a un colega que se ha trasladado a otra universidad? En absoluto.
Primer problema: la fecha. La carta está fechada el pasado 19 de febrero, es decir, en pleno curso académico, al comienzo del segundo semestre. Y el día de la entrada en vigor de las disposiciones indicadas es el mismo día de su publicación. Una brusquedad y extemporaneidad que sólo pueden sugerir algo muy grave.
En segundo lugar, no se trata de un profesor invitado, ni siquiera “sólo” de un profesor ordinario, sino del decano de la Facultad de Derecho Canónico del PIO, el belga Georges-Henri Ruyssen, que ocupa este cargo desde 2016. Y cambiar a un decano en el transcurso del curso académico es bastante inusual y problemático, ya que tiene una función directiva y administrativa. Entre otras cosas, el padre Ruyssen es el editor, desde 2012, de la serie Kanonika, dedicada a publicaciones sobre Derecho Canónico de las Iglesias Orientales.
Tercero: ninguna explicación convincente de la decisión. La carta explica por un lado que el padre Ruyssen dejará de ser decano inmediatamente y que “pasará un periodo de dos años fuera de Roma para cuidar de su salud”. Por otro lado, anuncia que “queda suspendido de la docencia en el PIO en un futuro cercano” y, hablando de futuro cercano, que “dejará el Instituto y la residencia jesuita del PIO”. Cuesta creer que la razón sea un motivo de salud dada la inmediatez de la decisión, una urgencia tal que ni siquiera ha permitido tener un tiempo para los cambios normales.
Una de nuestras fuentes explica que “no está claro qué está pasando y por qué Ruyssen ha sido despedido al comienzo del segundo semestre”, pero, afirma, “tengo varias confirmaciones internas de que, tras el asunto Rupnik, están ‘quitándose de encima’ poco a poco a otros hermanos difíciles”. Y quién sabe cuáles son las “dificultades” del ya ex decano, que también es consultor del Dicasterio que dirige el cardenal Claudio Gugerotti.
Recordemos que el Pontificio Instituto de Piazza Santa Maria Maggiore fue fundado el 15 de octubre de 1917 por el Papa Benedicto XV, con el motu proprio Orientis catholici, confiándolo a su primer director de prestigio, el entonces abad del monasterio benedictino de San Paolo Fuori le Mura, el beato Alfredo Ildefonso Schuster, pocos años después de la fundación por el mismo Pontífice de la Congregación para las Iglesias Orientales. El PIO fue posteriormente puesto por Pío XI bajo la dirección de la Compañía de Jesús y desde entonces ha estado estrechamente vinculado tanto a la Santa Sede, teniendo como Gran Canciller al Prefecto de la Congregación, ahora Dicasterio, para las Iglesias Orientales (cargo que, antes de 1993, ocupaba el Prefecto de la Congregación para la Educación Católica), como a los jesuitas, siendo el Preboste General de la Compañía el Vice Gran Canciller del Instituto.
Otro jesuita del PIO al que han enviado “de vacaciones” es al padre Germano Marani, antiguo profesor del Instituto, rector de la iglesia del Collegio Russicum, y antiguo vicedirector del Centro Aletti, la criatura de Rupnik que al principio era una ramificación del propio PIO. Se rumorea que, en este caso, el motivo del despido del padre Marani fueron sus homilías descaradamente pro-Putin ante los estudiantes que residen en el Russicum, entre los que hay bastantes ucranianos.
Luego hay un tercer misterio que implica a la Congregación de Borgo Santo Spirito. Un estudiante jesuita, esta vez del Pontificio Instituto Bíblico, también en manos de la Compañía de Jesús, fue enviado a Estados Unidos, al parecer con billete de ida. Ha llegado a nuestros oídos el testimonio de una persona, un varón, que habría recibido las “atenciones” de dicho estudiante. Sin embargo, no está claro por qué los jesuitas siguen utilizando la misma técnica que emplearon con Rupnik, es decir, limitarse a apartar a la persona de la que proceden los problemas, en lugar de tomar medidas más serias.
La misma estrategia de simplemente apartar ha ocurrido también con otro excelente nombre, el del padre Keith Pecklers SJ, Ordinario de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Gregoriana. El padre Pecklers había sido acusado en 2010 de abusar de un compañero cuando estaban en el seminario (aquí). Pecklers tenía entonces 17 años. La acusación no fue suficiente para mantenerlo alejado del contacto con jóvenes seminaristas y estudiantes, ya que el jesuita siguió su carrera académica sin ser molestado. En 2019, sin embargo, la Provincia Nordeste de la Compañía de Jesús en Estados Unidos publicó una lista de cincuenta nombres de jesuitas implicados en abusos sexuales considerados creíbles, quince de ellos aún vivos. Entre ellos figuraba el nombre de Pecklers. Pero ni siquiera esa vez la Compañía tomó medidas, hasta el punto de que el jesuita sigue en la facultad de la Gregoriana.
La única decisión que se tomó fue la de cambiar la residencia de Pecklers, poniéndolo bajo el ala protectora del padre Antonio Spadaro, en la sede de La Civiltà cattolica en Via di Porta Pinciana. El artífice de esta “blanda” medida fue el Delegado del General de los jesuitas para las casas y obras internacionales e interprovinciales en Roma, es decir, el propio padre Johan Verschuerer, que fue superior directo de Rupnik hasta su renuncia a la Orden.
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