«Yo, abusada, denuncio al padre Rupnik para salvar a otras mujeres»
"Rupnik y la señora Ivanka Hosta son peligrosos, hay que detenerlos definitivamente". "Muchas hermanas aún pagan las consecuencias de los abusos que sufrieron, nunca hemos tenido ninguna ayuda, ni material ni psicológica". "Los obispos deben comprender que ocultar el mal destruye la Iglesia". Entrevista exclusiva de la Brújula a Fabrizia Raguso, una de las víctimas del jesuita esloveno y una de las primeras en dar vida a la Comunidad de Loyola.
No podría haber habido una maniobra más torpe. La fantasiosa Nota del Vicariato de Roma que pinta el Centro Aletti como un lugar idílico y siembra dudas sobre cómo la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe había llegado a la excomunión de Rupnik, prontamente retirada por el Papa Francisco, está desacreditando cada vez más al Cardenal De Donatis, quien desde el principio defendió contra viento y marea a Rupnik, provocando la ruptura con Mons. Libanori. Y sobre el propio Papa. El visitante, don Giacomo Incitti, investigó un delito reservado al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, no al Vicariato; e incluso se permitió hacer insinuaciones sobre la actuación de este último. Es probable que haya sido esta Nota la que colmó el límite de la tolerancia del ex Prefecto, el Cardenal Ladaria, llevándolo a retirar su participación en el próximo Sínodo (ver aquí).
Mientras tanto, algunas de las víctimas de Rupnik y de la hermana Ivanka han decidido expresar públicamente su conmoción. Llegamos a la primera firmante de la Carta Abierta, Fabrizia Raguso, Profesora Asociada de Psicología de la Universidad Católica Portuguesa, CR Braga.
Profa. Raguso, algunas palabras sobre su historia en relación con Marko Rupnik y sor Ivanka Hosta.
Conocí a Rupnik en 1990, en una conferencia del sector juvenil de la Acción Católica nacional en Roma. En ese momento, ya licenciada en psicología, continuaba mi formación en psicoterapia de familia. Estuve muy involucrada en mi diócesis (Taranto) al sector juvenil de Acción Católica. Entre la vida en la diócesis y la pasión por mi (futura) profesión, desde hace algunos años me preguntaba cómo vivir mi vida más plenamente. Después del Congreso al que Rupnik fue invitado por María Campatelli para hablar de su experiencia de “reconciliación” que estaba llevando a cabo en el Centro Pastoral Stella Matutina de Gorizia, ella misma siguió manteniendo contacto con él. Y meses después, durante el verano, algunos colaboradores del sector juvenil y yo fuimos invitados a hacer la primera semana de ejercicios espirituales ignacianos. Allí comenzó inmediatamente la “publicidad” de Rupnik sobre la comunidad aún en formación, la futura comunidad de Loyola. Unos meses después, tanto Campatelli como yo conocimos a Ivanka y algunas otras hermanas, decidimos entrar a la comunidad. En agosto del 91 ya había dejado mi trabajo y estaba en Eslovenia para empezar el noviciado.
¿Por qué decidieron escribir la carta pública?
Yo personalmente no puedo quedarme inmóvil y esperar a que todo se decida a nuestras espaldas, sin ser informadas de nada y sin que se me permita participar en nuestro destino. Aunque ya he pedido y recibido el indulto y por tanto estoy completamente liberada de la comunidad, siento sin embargo una responsabilidad tanto civil como eclesial, para que todo lo sucedido en estos treinta años salga a la luz y se haga justicia. Muchas de las hermanas están todavía bastante mal y nunca han recibido ninguna ayuda, ni material ni psicológica. Las otras que firmaron conmigo, de alguna manera, con matices ciertamente personales, sienten lo mismo.
Además del pasado, ¿han pensado también al presente y al futuro?
Sí. Nos sentimos responsables por todas las demás personas que aún puedan estar involucradas en los complots de Rupnik e Ivanka, especialmente si son jóvenes. Además de las astutas maneras de Rupnik de insinuarse en la vida civil, cultural y eclesial, Ivanka siempre ha seguido buscando “vocaciones”. Le preocupaba que la comunidad no sólo no estuviera creciendo, sino que muchos se habían ido con el tiempo. Son verdaderamente peligrosos, hay que detenerlos definitivamente. Ahora, ante este torpe, pero también arrogante intento de rehabilitar a Rupnik y al Centro Aletti, sentimos que esperar verdad y justicia de las autoridades eclesiales era una pérdida de tiempo. Teníamos que dar un paso decisivo: escribir una carta abierta y poner nuestros nombres y títulos académicos fue una manera de dar rostro y nombre a las víctimas y contrarrestar la idea preconcebida de que las víctimas son “vulnerables” porque no se dan cuenta o son poco instruidas.
Una manera fácil de desacreditar las acusaciones es también creer que se trata de mujeres con problemas psicológicos. Usted es psicóloga y las conoce personalmente: ¿qué puede decirnos?
Somos personas que hemos vivido dificultades psicológicas después de los abusos; y algunas durante su estancia en la comunidad, por excesiva presión psicológica, por el sin sentido de muchas decisiones e imposiciones. Como siempre sucede. En definitiva, el impacto psicológico de estas experiencias es muy similar tanto en el contexto de la vida religiosa como en el abuso familiar o en las relaciones íntimas. Porque de lo que se abusa es de la confianza, del “abandono” confiado al superior, o, en nuestro caso, a una amiga: así consideramos a Ivanka, siendo nosotras, pioneras de la Comunidad, casi todas de la misma edad. Y a un amigo con el que habíamos deseado hacer una fuerte experiencia espiritual, nueva, de la que estábamos convencidas. En la vida espiritual, el abuso destruye la relación de la persona abusada con Dios. Es un aspecto que aparece frecuentemente en los testimonios de víctimas de abuso espiritual. Estoy tratando de profundizar, desde el punto de vista teórico, los contextos relacionales y psicosociales que pueden facilitar las relaciones de abuso psicológico, tanto en la vida religiosa como en otras relaciones existenciales importantes; porque lo que abre el camino hacia el abuso sexual, es sobre todo el abuso psicológico que también utiliza el control de la vida espiritual.
Supongamos que nunca ha leído nada de lo que apareció en la prensa. En base a su experiencia directa y a las confidencias recibidas, ¿qué puede decir de Rupnik e Ivanka?
Diría que son dos personas que, por motivos diferentes, que no conozco sinceramente, han desarrollado en algunos casos un delirio “místico” de omnipotencia. Místico no en el sentido de “visiones”, sino de sentirse investidos de una misión, de un carisma, que en realidad era sólo un proyecto personal. Siempre he visto a Rupnik como un verdadero narcisista y con muchas ganas de afirmarse, de ganar fama y poder; muy colérico cuando viene contradicho. Tengo la impresión de que a su vez Ivanka ha sufrido violencia o algún tipo de abuso, y que así se construyó “una historia paralela”: además del autoritarismo con el que condujo la comunidad después de la separación de Rupnik, creó un mito sobre su familia como si fuese casi perfecta y la sociedad de los católicos eslovenos como si fueran los únicos verdaderamente creyentes. Por eso eran impuestos como modelos absolutos, sobre todo para nosotras, las italianas.
Un elemento común en las dos situaciones es el haber elegido la vía administrativa y haber evitado el proceso canónico.
Fue un modo de proceder poco sabio y muy abierto a la manipulación. Muchos dicen, entre los canonistas, que se trata de un modo de proceder común, partiendo del supuesto de que el “castigo” sirve a la conversión. Pero en este caso, dado que ninguno de los dos se ha mostrado jamás abierto a la confrontación ni con la Iglesia ni con las víctimas, y ambos esencialmente niegan los hechos y toda responsabilidad, no haberlos sometido a un justo proceso no ha ayudado ni a obtener la verdad ni claridad, ni a que veramente se “convirtieran”.
La Nota del Vicariato de Roma ha tenido hasta ahora el efecto contrario al esperado: no son pocos los medios de comunicación que consideran el caso Rupnik como la más pesante piedra de este pontificado. Dentro de poco más de una semana habrá un nuevo consistorio: ¿cree que algún cardenal pueda finalmente abordar el tema?
Lo espero, sinceramente. Así como creo que, como recordamos el Evangelio y toda sana teoría relacional, “una casa dividida en sí misma no puede existir”. Creo que una Iglesia tan lacerada por estas tramas poco claras no podrá resistir mucho más. Sinceramente me duele que los obispos todavía no comprendan que ocultar el mal destruye a la Iglesia; no la preserva en absoluto.
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