Santa Cecilia por Ermes Dovico
HABLA EL OBISPO AGUER

¿Viri probati? Una grave ruptura en la Iglesia

¿Hombres probados y diaconisas? “El Sínodo fue desconcertante, resultado de una ideología progresista en la Iglesia”. ¿La ruptura alemana? “Roma, intervenga antes de que sea tarde, están llevando a cabo propuestas escandalosas”. ¿Abusos del clero? “En las diócesis hay verdaderos grupos de presión de sacerdotes homosexuales”. ¿La Pachamama? “Un papa como León I el Grande nunca habría permitido semejante aberración”. Existe un obispo que habla sin pelos en la lengua de los factores de crisis que acosan a la Iglesia. Es Héctor Aguer, arzobispo argentino, que en esta entrevista de la Brújula Cotidiana denuncia todos los frutos del hiper progresismo posconciliar.

Ecclesia 04_02_2020 Italiano English

Viri probati (hombres probados) y la Iglesia alemana en riesgo de cisma. Existe un obispo que habla y que no tiene miedo de decir las cosas como son: “se trata de un camino incompatible con la tradición, que está creando una grave fisura en la Iglesia latina”. Habla desde el otro lado del océano Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata. Es argentino de Buenos Aires, es teólogo y tiene 76 años. En su país Aguer tiene una intensa actividad publicitaria en la que denuncia la crisis moral del mundo contemporáneo y no duda en advertir a la Iglesia contra las corrientes progresivas. En esta entrevista concedida la Brújula Cotidiana, una de las pocas dadas a un periódico italiano, Aguer aborda los principales factores de crisis que están llevando a la Iglesia hacia un cisma latente: desde la ordenación de viri probati hasta los impulsos cismáticos de la Iglesia alemana. Temas muy actuales en estos días con el final de la primera parte del Sínodo alemán y las indiscreciones sobre la exhortación apostólica del Papa a la conclusión del Sínodo amazónico.

Su Excelencia, el Sínodo sobre la Amazonía ha hablado de viri probati y diaconisas. ¿Qué sucedería si el Papa diera luz verde?
El Sínodo de la Amazonía ha sido, para mí, un acontecimiento desconcertante. La cuestión de los viri probati y de las diaconisas ha sido agitada ya hace tiempo. En cuanto a lo primero, el Cardenal Sarah en su último libro sugiere una solución: que de otras regiones del continente vayan enviando sacerdotes para cubrir la falta de aquel lugar. Estimo que es perfectamente factible este gesto de comunión eclesial que nos invita a todos a ser solidarios con las necesidades del Cuerpo eclesial. En cuanto a segundo: la promoción de la mujer, en curso en la cultura actual- habría que añadir muchos “peros” a esa “promoción”- lleva muchos a pensar incluso en la factibilidad de un sacerdocio femenino. En las celebraciones de homenaje a los 500 años de la Reforma Protestante, el anfitrión de parte luterana era una obispa. Pienso que si Roma consintiera a  ambas sugerencias del Sínodo, se  efectuaría una grave ruptura con la tradición de la Iglesia Latina. Esos avances no resultan homogéneos con dicha  tradición; están inspirados en una teología “progresista” que viene elaborándose desde hace décadas. No responden a necesidades reales, sino a posturas ideológicas. A falsos problemas, falsas soluciones.

Se está realizando el Sínodo de la Iglesia alemana. ¿Teme que pueda haber un riesgo de cisma?
En la Iglesia de Alemania se han desarrollado desde hace décadas planteos teológicos que se alejan de la tradición católica, así como han florecido teólogos extraordinarios. Basta  pronunciar un gran nombre: Josef Ratzinger. Añado el de su discípulo Gerhard Muller. Considero que la obra de Karl Rahner ha otorgado un perfil peculiar al pensamiento católico alemán sembrando la duda y el relativismo; así se creó un clima diverso al del mundo latino, con la afectación de una independencia que incluye rasgos rupturistas. La problemática del cisma no implica una formulación expresa; puede darse un cisma inmanente, no declarado. Lo que importa es cómo se “siente” la fe, se la manifiesta en la vida eclesial y con qué instrumentos intelectuales se la formula. Influyen también traumas históricos, como el producido por Lutero en el siglo XVI, la teología liberal protestante de fines del siglo XIX, y el desarrollo de una exégesis bíblica cientificista que se han proyectado de un modo o  de otro en el conjunto del mundo católico. Espero que en el Sínodo la originalidad alemana se manifieste de tal manera que enriquezca a la Katholiké y no se evada de  esa Totalidad. Un cisma implica un quiebre de la caridad, del agápe  eclesial, por lo general inspirado en errores doctrinales que hacen peligrar la continuidad homogénea de la tradición. Como hace muchos siglos lo anunció San Vicente Lerins, el desarrollo o evolución de la doctrina debe proceder in eodem scilicet dogmate, eodem sensu, eodem que sententia. Algunas propuestas ya hechas por el Sínodo son, sencillamente escandalosas; en mi opinión, Roma debería poner las cosas en su punto antes de que sea demasiado  tarde. Supuesto que la “Iglesia alemana” quiera seguir formando parte de la Iglesia de Cristo, de la verdadera, no de una imitación “moderna”, que satisfaga a los católicos alemanes de hoy, que cada vez son menos. Son menos a causa del hiperprogresismo posconciliar.

Sobre el tema de los abusos, Benedicto XVI denunció que la mala teología generó el mal comportamiento de los sacerdotes y obispos. ¿Hay una agenda gay que quiere condicionar a la Iglesia?
El problema esbozado en la pregunta es gravísimo. En muchas diócesis hay cantidad consistente de sacerdotes de  tendencia homosexual; es sabido que ellos suelen asociarse constituyendo una especie de loby, protegiéndose recíprocamente y procurando obtener posiciones de poder. No me extraña que lo mismo ocurra en Roma. El magisterio de Juan Pablo II y de Benedicto XVI ha indicado claramente las desviaciones  teológicas en materia dogmática y moral.  En este segundo campo, observo que en muchos lugares no se transmiten en la predicación y la catequesis los mandamientos de la ley de Dios, contenidos en la Torá de Israel, comentados y profundizados por Jesús en el Sermón de la Montaña y expuestos ampliamente en el Catecismo de la Iglesia Católica. El silencio cubre especialmente el sexto. No es este juicio una ocurrencia mía; lo he comprobado en mi experiencia académica y pastoral. Peor aún, se olvida o descarta el concepto metafísico de naturaleza y la existencia de preceptos objetivos y universales válidos, correspondientes a un comportamiento verdaderamente humano. Además, se ha difundido una noción errónea de libertad, que es concebida en términos subjetivistas y relativistas; muchos no admiten que hay actos intrínsecamente malos por razón de su objeto. La perversión de los abusos está  relacionada con los defectos que he indicado; tienen como causa una formación deficiente y una decadencia de la voluntad en la vivencia del  celibato. Existe un protocolo bien claro que impide ocultar o tolerar tales crímenes que hacen mucho daño a la Iglesia y son aprovechados por los medios de comunicación para denigrarla y echar un manto de sospecha sobre sacerdotes en su totalidad, cuando es bien sabido que por   lo menos el ochenta por ciento de esos atentados ocurren en el ámbito de la familia de las víctimas o sus proximidades. El Papa Ratzinger se ha destacado por su posición clara y firme en este penoso asunto.

Como obispo latinoamericano, que también conoce a los pueblos indígenas, ¿qué opina de la presencia de la Pachamama en el Vaticano? ¿Existe el riesgo de una fascinación por la idolatría mientras las Misas pierden lo sagrado?
Exactamente, ocurre esta singular paradoja: la liturgia ha sido devastada por la desacralización y la abolición de la solemnidad y la belleza; hasta hay obispos que sostienen que ya no debe existir distinción entre sagrado y profano, y obran en consecuencia. Por otra parte, se intenta promover cultos irregulares, como el del Gauchito Gil o la Difunta Correa, que tienen devotos en el nivel popular, donde reina una gran ignorancia religiosa. En el caso de la Pachamama, muchos intentan justificar ese culto apoyándose en el interés de la Iglesia por el cuidado de la tierra. Lo menos que se puede decir es que esos intentos son sumamente ambiguos y engendran confusión. ¿La Pachamama en el Vaticano? Se me ocurre imaginar qué pensarían los Padres de la Iglesia, Agustín, y Papas como León y Gregorio Magnos; jamás aceptarían semejante aberración. Es ésta la ocasión para  recordar un caso bien curioso, el del jesuita Matteo Ricci, misionero del siglo XVI en China. Para hacer más fácil la aceptación de Cristo por los nativos, delante de la Cruz que proponía venerar ubicaba una imagen de Buda. Un ejemplo de “restricción mental” en acción.