LOS NUEVOS GNÓSTICOS / 2

Vanier, el abusador en serie que se hizo pasar por “el Esposo”

Segunda parte del escalofriante relato de los abusos perpetrados durante décadas en la comunidad de “El Arca”. El vínculo entre el padre Philippe y Vanier era desconocido para el Santo Oficio, al igual que las prácticas profanadoras que encubrían una verdadera obsesión sexual con terminología bíblica, con decenas de víctimas (continuación de la primera parte).

Ecclesia 14_03_2023 Italiano English

“Raymond ha benido conmigo a Trosly. Te hablará de los proyectos de El Arca porque así se llama la obra... ¡El Arca de Noé que acoge a todos los animalitos para salvarlos y flota (¡pero no hay que decírselo al Santo Oficio!) en el Eau vive!”. Este extracto de una carta de J. Vanier a sus padres (2 de junio de 1964) explica claramente el vínculo entre la “criatura” del padre Thomas Philippe y la de Vanier. Un vínculo que hubo que mantener estrictamente oculto no sólo a través del silencio, sino también a través de lo que iba a ser la gran tapadera que permitió al padre Thomas resurgir y a Vanier alzar el vuelo: el servicio a los enfermos mentales. Del mismo modo que el Eau Vive se fundó bajo la tapadera de la difusión de la filosofía y la teología tomistas. Ni que decir tiene que muchas personas de gran caridad colaboraron con El Arca por amor a los que más sufren. Pero el hecho es que El Arca se fundó con el propósito expreso de repetir la experiencia enfermiza del Eau Vive.

A pesar de las sanciones impuestas a Thomas y de la prohibición de volver a tener contacto con los miembros del Eau Vive, siguió reuniéndose con ellos con diversos subterfugios, realizando prácticas místico-sexuales e incluso haciendo nuevos adeptos. Hasta julio de 1963, cuando el padre Thomas pudo regresar a Francia y, gracias a su aparente “buena conducta”, quedar libre de sanciones.

Pero hay más en esta referencia al Arca de Noé. En las cartas de J. Vanier y en algunos testimonios sobre él y el padre Marie-Dominique Philippe, surge una y otra vez la referencia a la desnudez de Noé, cubierta por Sem y Jafet, y revelada por Cam. En su lectura del episodio bíblico, Cam es maldecido por hablar, mientras que los otros dos hermanos son bendecidos por guardar silencio. Todavía en 1990, ante las airadas quejas que un anciano miembro de El Arca dirigió a Marie-Dominique, por los abusos que su mujer había sufrido por parte del padre Thomas, el dominico respondió: “‘Usted no está dentro de la conciencia del padre Thomas’. Luego me habló de Sem y Jafet, que habían cubierto la desnudez de Noé, caminando hacia atrás para no ver su desnudez”.

Se trata de una tergiversación total de las Escrituras que llevará a los diversos iniciados a hacer del “no juzgar” su uniforme; una tergiversación que refuerza aún más el silencio entre los iniciados de lo que el dominico Paul Philippe, nombrado cardenal en 1973 y primer acusador de los hermanos Philippe, definió en un informe a la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1977 como una “secta mística”: “En Eau Vive, los secretos de la ‘secta mística’ se imponen a los iniciados bajo juramento, incluso con respecto a los confesores”. Los argumentos ex Scriptura eran cruciales para convencer a las víctimas de que Dios puede pedir a las almas privilegiadas que vayan en contra de los mandamientos; como pidió a Abraham que matara a su hijo, o al profeta Oseas que se uniera con la prostituta Gomer. La idea central seguía siendo la de estar autorizados, por la gracia mística experimentada en 1937 por el padre Thomas, a vivir la sexualidad más allá de los mandamientos o, como decía el padre M. Dominique, a vivir la gracia de la “virginidad positiva”.

Pero J. Vanier y M. Dominique no se limitaron a defender al padre Thomas: lo imitaron. El epicentro de la práctica de esta mística sexual era el Carmelo de Nogent-sur-Marne, que ya había sido “iniciado” por Thomas, y donde Vanier también había entablado relaciones eróticas con algunas monjas. La correspondencia muestra cómo J. Vanier se había convertido para algunas de ellas en el propio Cristo y en el Esposo, al que podían entregarse por entero o con el que podían llegar a ser una sola cosa. Estas prácticas se convirtieron en práctica en la comunidad de Trosly-Breuil, célula madre de El Arca, lugar de residencia de J. Vanier y del padre Thomas, y punto de referencia para todos los miembros de la asociación. Como capellán, Thomas pasó a ser el referente espiritual exclusivo de los miembros de El Arca, y consiguió, con la ayuda de Vanier, convencer al obispo de Beauvais para que ordenara a dos sacerdotes como nuevos asistentes espirituales. La Comisión recibió una denuncia de dos mujeres que habían mantenido relaciones sexuales con uno de ellos, Gilbert Adam, en el marco de un “acompañamiento espiritual”.

La Comisión de Estudio ha tenido conocimiento de veinticinco mujeres que, entre 1952 y 2019, mantuvieron relaciones con J. Vanier que implicaban una dimensión sexual; en algunos casos, las mujeres se presentaron como víctimas, en otros, se manifestó un “consentimiento” a la relación transgresora. La Comisión supone que, probablemente, habría más casos. Por lo que se refiere al padre Thomas, han surgido 23 personas (entre ellas algunos hombres), de las cuales un pequeño número se solapa con las 33 ya identificadas por el Santo Oficio en relación con los hechos que condujeron a las sanciones de 1956. También en este caso se sospecha que el número está realmente subestimado.

La captación de estas víctimas se producía con toda naturalidad, con la complicidad involuntaria de los desprevenidos miembros de El Arca, que favorecieron de todas las maneras posibles los encuentros personales con el padre Thomas y Vanier, dada su fama de santidad y su carisma indiscutible, encuentros de los que nacía posteriormente el “acompañamiento espiritual”. A la comisión no le consta que el padre Marie-Dominique mantuviera relaciones íntimas con mujeres en el contexto de El Arca, pero la confesión de una mujer revela aún más la complicidad entre los dos hermanos dominicos.

Michèle-France Pesneau, antigua monja carmelita, había sido víctima de abusos por parte de Marie-Dominique en los años 70 y fue dirigida por él para que continuara sus prácticas sexuales con su hermano. El padre Thomas mantuvo relaciones con esta mujer, que se había trasladado a Trosly-Breuil, durante quince años, varias veces al mes. “Me pedía que le esperara en la capilla. Me decía: ‘Ven, vamos a rezar juntos’. Ese era el mensaje en clave, ‘rezar juntos’”, cuenta a FranceInfo. Pero esta expresión no era simplemente una forma de encubrir otra cosa; era más bien, a los ojos del padre Thomas y de J. Vanier, la sustancia de lo que estaban haciendo.

Estas relaciones íntimas eran, en su opinión, formas de oración mística, o incluso de “sexualidad casta” porque nunca llegaban al coito pleno (probablemente para evitar el percance que le ocurrió al padre Thomas en 1947): era la manera de convencer a las mujeres de que vencieran su resistencia interior. Como lo fue también la idea blasfema, central en la falsa mística de los hermanos Philippe y de J. Vanier, de revivir la gracia de las relaciones carnales que habrían practicado “castamente” el Redentor y su Santísima Madre, para sanar la naturaleza humana también en su dimensión sexual y anticipar la vida del Cielo.

Cabe destacar también la continua repetición de un esquema fundamental: las víctimas eran en realidad elegidas, llamadas a entrar en comunión con la “gracia mística” que el padre Tomás había recibido en 1938, y que se comunicaba precisamente sólo a personas especiales. Éste es el tenor de una carta de J. Vanier a J. Farquharson: “Has sido elegida, es algo extraordinario, es secreto”. O a otra mujer: “Mi hermanita Brigitte, estoy tan conmovida por tus dos cartas. Tan conmovida por las palabras del capellán [P. Thomas, ndr]... También por la palabra que te da Jesús. Que Jesús te invita a una confianza loca. Él te ha elegido. Te llama a estas gracias de amor que el mundo no quiere recibir”.

Una larga cadena de abusos, la generación de nuevos abusadores, la difusión de un misticismo falso y blasfemo. Y aún falta toda la cadena vinculada al padre Marie-Dominique y a la Communauté Saint-Jean, tema del próximo artículo. Una cadena que debería haberse roto desde el principio. Pero no fue así. El superior de los dominicos de Francia, el padre Nicolas Tixier, con gran honestidad y firmeza admite (ver aquí): “Es la historia de la incapacidad de una institución para controlar a los frailes agresores; es la incapacidad de una institución para disciplinar las situaciones de abuso”.

2. Continuará