Una salvación que no es obvia
Vinieron a Jesús su madre y sus hermanos (Lc 8,19)
En aquel tiempo, vinieron a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él.
Entonces le avisaron:
«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte».
Él respondió diciéndoles:
«Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
(San Lucas 8,19-21)
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Para Jesús, pertenecer a una familia o a un pueblo nunca debe constituir una limitación que restrinja la libertad: ni la suya, al proclamar el Reino de Dios, ni la de quienes están llamados a seguirlo. El Señor confía a los apóstoles la misión de llevar el Evangelio a todas las naciones. Esta apertura universal nos recuerda que nadie está excluido de la posibilidad de la salvación, pero también que nadie debe presumir de ser automáticamente destinatario de ella solo por tradición o pertenencia. Ser creyentes no nos exime de la tarea diaria de la conversión y el testimonio. ¿Vives tu fe como un don diario o como una costumbre heredada? ¿Estás dando fruto en tu vida de fe o te estás dejando llevar por la acedia (pereza espiritual)?