Santa Cecilia por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Una anticipación de la resurrección

Su rostro resplandecía como el sol. (Mt 17, 2)

Seis días más tarde, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo». Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis». Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». (Mt 17, 1-9)


Jesús es la realización de todas las promesas de la Antigua Alianza, representadas por la Ley de Moisés y por las enseñanzas transmitidas por los profetas, aquí representados por Elías. La transfiguración de Jesús constituye también una anticipación de Su resurrección. En el día del Juicio universal nuestras almas retomarán el propio cuerpo. Si nos juzgan dignos del Paraíso, nuestros cuerpos serán gloriosos, sin sufrimientos y límites terrenales. A la luz del Cuerpo transfigurado de Jesús podemos distinguir en nuestras vidas el bien del mal. No nos olvidemos nunca de rezar para que siempre seamos capaces de discernir de manera justa, también para las cosas del día a día.