Cristo Rey por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Un óptimo siervo, pero un pésimo señor

No podéis servir a Dios y al dinero. (Lc 16,13)

«Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero». Los fariseos, que eran amigos del dinero, estaban escuchando todo esto y se burlaban de él. Y les dijo: «Vosotros os las dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios». (Lc 16,9-15)


El papa Leon XII afirmaba que el dinero es un óptimo siervo y un pésimo señor. Por esto, si dominamos la riqueza, esta amplía nuestras capacidades de hacer el bien en relación a los demás. Viceversa, si nos apropiamos de la riqueza nos engañamos y pensamos que estamos sirviendo cuando, en realidad, nos estamos volviendo esclavos de las lógicas que gobiernan la acumulación, que nos separan de Dios y de los hermanos. De esto se deduce que no podamos ser contemporáneamente siervos de Dios y del dinero. La riqueza y, sobre todo, el uso que hacemos de ella constituye una de las pruebas a las cuales Dios nos somete para ver si conseguimos administrarla correctamente.