Nuestra Señora del Carmen por Ermes Dovico
CISJORDANIA

Tierra Santa: colonos israelíes asaltan pueblos cristianos

En Cisjordania, los cristianos de Taybeh, la antigua Efraim, piden ayuda porque sometidos a continuos ataques de colonos judíos que quieren apropiarse de sus casas y tierras. Y por parte del Gobierno de Netanyahu, silencio y complicidad. Visita de solidaridad de los líderes de las Iglesias cristianas.

Internacional 16_07_2025 Italiano English

Ya no respetan ninguna ley, solo sus propios dictados. Son una amenaza, y no solo para los cristianos o los musulmanes, sino también para la seguridad del pueblo israelí. Así lo ha declarado recientemente el exjefe del Shin Bet, Ronen Bar, quien en una carta enviada al primer ministro Benjamin Netanyahu no se anda con rodeos y habla de “terrorismo judío”. “Son ellos quienes ponen en peligro la seguridad del Estado, después de haber sido dotados de importantes fondos, legitimidad política y, sobre todo, armas distribuidas legalmente por el Estado”, ha declarado Bar. Los acusados son los colonos ultraortodoxos. Una dura crítica contra esos judíos reaccionarios que, ignorando todas las leyes, saquean cada día los territorios ocupados de Cisjordania, sembrando el terror y la destrucción.

Hace casi un año, el 15 de agosto de 2024, un grupo de más de cien colonos armados irrumpió en la aldea palestina de Jit, en el territorio de Nablus, incendiando las casas y todos los coches que se cruzaban en su camino. No contentos con eso, mataron a un joven de apenas 23 años. Tanto el ejército como la policía habían sido informados por los servicios secretos de la planificación de esta acción de “violencia nacionalista”, según se lee en el informe entregado a las autoridades gubernamentales. Sin embargo, ni el ejército ni la policía hicieron nada para detenerlos.

En estos días, los colonos han subido el listón de la violencia. Apuntan a los pueblos cristianos. Quieren apoderarse de sus tierras y sus casas, y están utilizando todas las estrategias posibles para obligarlos a abandonar su tierra. Actúan con total impunidad porque saben que nunca se les impondrá ninguna sanción.

Uno es el caso de la aldea de Taybeh, la antigua Efraim, el pueblo donde Jesús decidió quedarse con sus discípulos antes de su Pasión. Se encuentra a unos treinta kilómetros de Jerusalén. La estrategia ya está probada: los colonos llegan en grupo, armados con armas y palos. Primero prenden fuego a la hierba seca para provocar un incendio, luego a las casas. Durante el reciente incendio, obviamente provocado, los sacerdotes de las tres parroquias —latina, melquita y ortodoxa— llamaron dos veces al número de emergencia de la policía, que aseguraron que se acercarían hasta allí, pero ningún agente ni soldado llegó al lugar.

Desde principios de julio es ya la segunda vez que estos extremistas de ultraderecha irrumpen en el pueblo. En esta última acción, el 7 de julio, también incendiaron un edificio del siglo V (en la foto LaPresse) cerca del cementerio local y de la iglesia de San Jorge. No contentos con ello, dejaron carteles con el mensaje: “No hay futuro para ti en esta tierra. ¡Vete, vete!”. Una invitación, nada velada, a abandonar sus casas, sus propiedades y emigrar. Pero no es nada nuevo, porque hace setenta años que la población huye de Taybeh. Entonces eran 15.000, ahora solo quedan 1.300. Se han ido, unos a París, otros a Australia, otros a México o a otros países, con tal de escapar de las vejaciones de los judíos.

“Pero ¿por qué siguen obligándonos a abandonar esta tierra?”, se preguntan los cristianos de Taybeh. “El cristianismo está presente en este lugar desde hace más de dos mil años”, subrayan los líderes de las Iglesias cristianas que el 14 de julio se desplazaron al pueblo en solidaridad con sus correligionarios. “Rechazamos firmemente este mensaje de exclusión y reafirmamos nuestro compromiso por una Tierra Santa que sea un mosaico de diferentes credos que convivan pacíficamente en dignidad y seguridad”.

Las incursiones de los colonos quedan impunes con la complicidad de la política y el Gobierno, y especialmente con el silencio sepulcral del primer ministro Netanyahu. Así que los cristianos de Taybeh se dirigen a la opinión pública mundial. Solo piden poder vivir en paz, amparados por un derecho de dos mil años. Piden poder desplazarse libremente para llegar a Ramallah o Jerusalén, en un tiempo razonable y no en las tres horas de viaje actuales, sufriendo las vejaciones en los puestos de control por parte de los soldados que quieren impedirles incluso ir a trabajar.

Antes del 7 de octubre de 2023 muchos palestinos iban a trabajar a Israel, pero ahora ya no. Han sido sustituidos por trabajadores indios. El cobarde ataque de Hamás ha provocado, incluso entre los israelíes más abiertos y liberales, una pérdida generalizada y radical de confianza hacia los palestinos. “No olvidemos rezar por la paz y por todos aquellos que, a causa de la violencia y la guerra, se encuentran en una situación de sufrimiento y necesidad”, ha dicho el Papa León XIV durante el Ángelus del domingo pasado en Castel Gandolfo. Muchos pueblos se encuentran despojados, robados y saqueados, víctimas de sistemas políticos opresivos, de una economía que los condena a la pobreza, de una guerra que mata sus sueños y sus vidas”. El odio, el rencor y el desprecio mutuos están cada vez más extendidos entre palestinos e israelíes. Sin embargo, la justicia debe seguir su curso y exigir responsabilidades a quienes han provocado este desastre.

En Cisjordania hay más de treinta parroquias del Patriarcado Latino de Jerusalén. Los sacerdotes llaman a diario al patriarca Pizzaballa para denunciar las incursiones y los ataques de los colonos, cada vez más agresivos, que saquean y destruyen todo. En este escenario, los cristianos de Taybeh se sienten impotentes y desorientados. No saben a quién acudir, a quién pedir justicia. La Autoridad Palestina es débil e inexistente, mientras que los israelíes no intervienen e ignoran lo que está sucediendo. Es más, a veces, los soldados escoltan a los colonos durante sus incursiones.

¿Qué futuro les espera a los palestinos? Se invoca la paz. Pero, ¿qué paz? Sin duda, no será el resultado de la firma de un acuerdo. Hablamos de un camino largo y tortuoso que pasa por una reconstrucción social a nivel cultural, educativo, económico e incluso en el lenguaje de la política. Un lenguaje del que hay que despojar el odio y el desprecio.