San Juan de Ávila por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Testimoniar a Jesús

Se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. (Lc 4, 22)

Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. (Lc 4, 14-22)

 

Jesús empieza el anuncio del Evangelio en los sitios y dirigiéndose a las personas más cercanas a Él humanamente hablando, como sucederá después, por su propia voluntad, cuando envíe a los discípulos a predicar al pueblo de Israel, y no a los paganos. El círculo de onda, para que pueda expandirse, tiene que tener un inicio que, partiendo de dimensiones insignificantes, se amplíe cada vez más, hasta involucrar a todos a través de la transmisión del anuncio de unos a otros. Los más cercanos, los próximos, son los que están implicados primero en la evangelización, no por mérito proprio, sino por la Gracia. Como todos, también ellos están llamados a responder, ya que no se admite la tibieza indiferente. Señor, ayúdanos a avergonzarnos de dar testimonio de Ti a nuestros amigos y parientes más cercanos.