Superliga, pésima solución al problema de las deudas
La ruptura de 12 clubes de fútbol europeos -entre ellos Juventus, Inter y Milán- que han anunciado la creación de un torneo europeo con veinte equipos (de los cuales 15 fijos y 5 por invitación), que cancelará la Champions League, es el resultado de un largo proceso de especulación económica y financiera que ha oscurecido los intereses deportivos.
¿Cosa es más importante que el Covid? El fútbol. Quizás por primera vez desde el inicio de la pandemia, el coronavirus ya no está en primera plana, sino una noticia relacionada con el mundo del fútbol. La noticia, que lleva meses flotando, se llama Superliga. Doce clubes europeos, entre ellos Juventus, Inter y Milán, han anunciado el nacimiento de una nueva competición de nivel europeo que se jugará entre semanas y que sustituirá a todas las demás competiciones europeas para los clubes participantes. Los clubes son los siguientes: Milán, Arsenal, Atlético de Madrid, Chelsea, Barcelona, Inter de Milán, Juventus, Liverpool, Manchester City, Manchester United, Real Madrid y Tottenham. Otros tres clubes se sumarán a las filas de los clubes fundadores, que siempre participarán de derecho en la competición, y, para cada temporada, se invitarán a cinco equipos más. En definitiva, un torneo a puerta cerrada y por tanto elitista, no basado en el mérito.
Las críticas han llovido de todas partes. La FIFA habla de una “liga separatista europea cerrada fuera de las estructuras futbolísticas internacionales” que no respeta “los principios fundamentales de solidaridad, inclusión, integridad y justa redistribución financiera”. El presidente de la FIGC, Gabriele Gravina: “El fútbol es participación y compartir, no es un club de élite”. El jefe del servicio de portavoces de la UE, Eric Mamer: “El deporte y las competencias deben organizarse de tal manera que permitan la apertura a todos los participantes, debería existir solidaridad […] para que todos puedan tener la oportunidad de participar”. Y otra nota afirma que “la Comisión de la UE defiende un modelo de deporte europeo basado en los principios de autonomía, apertura, solidaridad e interdependencia de las federaciones internacionales”. El presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli: “Estoy en contra del fútbol que se convierte en prerrogativa de unos pocos ricos, el deporte debe ser para todos”. La afición de los clubes ingleses que se incorporaron a la Superliga en un comunicado conjunto han hablado de una decisión “desconcertante”, “egoísta” y “contraria a los valores del deporte”.
Pero quizás la nota de prensa más significativa sea la de la Uefa, firmada junto con la Asociación Inglesa de Fútbol y la Premier League, la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y la Liga, la FIGC y la Liga Serie A: “Seguiremos unidos en nuestro esfuerzos para detener este proyecto cínico, un proyecto basado en el interés personal de pocos clubes. […] Se prohibirá a los clubes en cuestión jugar en cualquier otra competición a nivel nacional, europeo o mundial, y se podrá negar a sus jugadores la oportunidad de representar a sus equipos nacionales. […] Cuando es demasiado, es demasiado”.
La Juve ya dejó la ECA, la Asociación de clubes europeos, y Andrea Agnelli dejó la ejecutiva de la Uefa justo cuando se estaba pariendo una Champions alargada a 36 equipos, un proyecto bendecido por el propio Agnelli un segundo antes de abandonar el barco. La UEFA, junto con Federaciones y Ligas, ha amenazado con demandas por 50-60 mil millones de euros.
¿Por qué estos clubes se inventaron la Superliga? Intentemos esbozar algunas respuestas. Una primera razón podría estar vinculada a la Champions en formato extragrande que se aprobó el 19 de abril (a partir de 2024). Cuantos más equipos, menos probabilidades hay de ganar. Entonces, la Superliga podría significar una amenaza: o mantenemos la Liga de Campeones en el formato anterior o nos vamos. Segunda motivación similar a la anterior, pero más general: en los eventos del fútbol europeo y mundial algunos clubes quieren inclinar la balanza. La Superliga es una herramienta de chantaje ideada para este propósito. Como declaró Renato Bosetti, uno de los directivos de la dirección Curva Nord del Inter de Milán: “Quieren sentarse a la mesa en una posición de fuerza”.
Tercera razón, quizás la más plausible: estos clubes, especialmente debido a la pandemia, enfrentan costos insostenibles. De ahí la idea de poner en pie una competencia que lo limpie todo - competiciones europeas y nacionales - y así centralizar fichajes, derechos de televisión, participaciones de empresas en un único torneo que actuaría como un as atrápalo todo. Un oligopolio capaz de aniquilar al 95% de otras empresas que no tienen suficiente liquidez para formar parte del Club de Clubes, para entrar en el empíreo de las sociedades doradas. En resumen, la Superliga es una operación de rescate financiero, no una competencia deportiva, una especulación económica hecha sobre la piel de millones de aficionados y sobre las camisetas de decenas de otros clubes más pequeños. De hecho, por ejemplo, el banco estadounidense JPMorgan ha anunciado que financiará el proyecto con 5 mil millones de dólares.
Pero la operación parece poco realista o al menos muy arriesgada. Los clubes intocables reclaman la independencia, pero corren el riesgo de ser marginados, abandonados por todos: la UEFA, la FIFA y sobre todo la afición. Estos secesionistas del fútbol montarían una competición con un valor ficticio, abstracto porque el criterio del mérito quedaría fuera como la mayoría de los clubes. Y, por tanto, ¿quién, al final, estaría interesado en seguir una serie de partidos por televisión o en el estadio en el que en la mesa ya se ha decidido quién puede participar en las etapas finales y quién no? ¿Cómo no pensar, entonces, en esa plétora de aficionados pertenecientes a equipos más pequeños que siempre han esperado el momento en el que su club se enfrentaría a uno grande del fútbol y que ahora estarán decepcionados de por vida? ¿No afectaría esta decepción también la membresía, las suscripciones de televisión, la comercialización?
Sin embargo, hay que decir que la Superliga es el fruto podrido que cayó del árbol de la especulación económica y financiera que llevan adelante estos clubes por décadas. El fútbol también es una máquina de hacer dinero, también es una industria, pero ante todo es un juego. Ahora ha ocurrido que los intereses económicos han prevalecido desde hace mucho tiempo sobre los intereses deportivos. Pero es el sábado el que se hizo para el hombre y no al revés. Así que la Superliga es la última etapa en el proceso de exasperación del mercado del fútbol, es la consecuencia coherente de esas premisas que han hecho de los derechos televisivos y patrocinadores los verdaderos dueños de este deporte. Tanto es así que hoy no gana quien es mejor en el campo, sino el que mejor gana dinero y, por tanto, de esta forma, tiene más posibilidades de fichar a los mejores.
Pero hoy este mecanismo de relanzamiento continuo sobre la mesa de póquer del fichaje y todos los relativos gastos relacionados se ha convertido en víctima de sí mismo, se ha auto canibalizado. La exposición a la deuda ha aumentado los márgenes de riesgo de manera muy significativa, tanto que las empresas han tenido que ceder al principio mors tua, vita mea e inventar una competencia que es una especie de depuración de los débiles para evitar el colapso de los grandes con pies de barro. Con estas premisas, ¿realmente la Superliga podrá ver la luz? Si la respuesta fuera afirmativa, sería el fin del fútbol.