Santa Cecilia por Ermes Dovico
EL CARDENAL UROSA

«Sinodo, ecclesiologìa debil y confusa»

"Tiene una débil eclesiología con excesivo énfasis en lo social y en la ecología, es de escritura confusa, fracasa en la doctrina y en la visión teológica, pues apenas está presente Cristo como redentor y salvador de la humanidad y no tiene conexión con Aparecida". El cardenal Urosa continúa con su análisis del texto preparatorio del Sínodo.

Ecclesia 28_09_2019

¿Una iglesia realmente profética? En este segundo artículo deseo analizar el enfoque de la evangelización presente en el Instrumentum laboris (IL). Por supuesto, -ya está bien afirmado y aceptado -, el diálogo es necesario para la evangelización. Y en esa línea se presenta la visión de la Iglesia profética en el N. 42 del documento. Pero también aquí falta algo. Una Iglesia realmente profética es algo más que una Iglesia que dialoga, que sabe buscar acuerdos, y que busca propuestas concretas para una ecología integral, una Iglesia que actúe contra los atropellos. Es necesario también afirmar con fuerza que una Iglesia realmente profética debe anunciar a Dios como la fuente de la felicidad, y a Jesucristo con toda claridad como “el camino, la verdad y la vida”. Esto en la línea de la Evangelii Gaudium del Papa Francisco y de la Exhortación Pastoral Evangelii Nuntiandi, de San Paulo VI. Y en la línea de la clarísima y tajante afirmación del Concilio Vaticano II en la Const. Gaudium et Spes: “Tan solo en el Verbo encarnado se esclarece el misterio del hombre “; “Cristo... en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación “(GS, 22). Y también en consonancia con el importantísimo Decreto Ad Gentes del Concilio Vaticano II sobre la actividad evangelizadora y misionera de la Iglesia, por cierto, casi no citado en este IL. ¿Por qué esta seria omisión? 

En cuanto a anunciar a Cristo, no se pueden ignorar las clarísimas y muy pertinentes enseñanzas del Papa Benedicto XVI en el discurso de apertura de la Conferencia General del Episcopado latinoamericano y del Caribe en Aparecida: “Por eso Cristo, siendo realmente el Logos encarnado, “el amor hasta el extremo”, no es ajeno a cultura alguna ni a ninguna persona; por el contrario, la respuesta anhelada en el corazón de las culturas es lo que les da su identidad última, uniendo a la humanidad y respetando a la vez la riqueza de las diversidades, abriendo a todos al crecimiento en la verdadera humanización, en el auténtico progreso. El Verbo de Dios, haciéndose carne en Jesucristo, se hizo también historia y cultura”. 

“La utopía de volver a dar vida a las religiones precolombinas, separándolas Cristo y de la Iglesia universal, no sería un progreso, sino un retroceso. En realidad, sería una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado. La sabiduría de los pueblos originarios los llevó afortunadamente a formar una síntesis entre sus culturas y la fe cristiana que los misioneros les ofrecían. De allí ha nacido la rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos…” (B.XVI, Discurso Aparecida, 1)

Será, pues, muy importante que el Sínodo tenga muy presente algo que es débil en el Instrumentum Laboris: las exigencias del mandato evangelizador de Cristo a los apóstoles y a la Iglesia entera. Esto es importante afirmarlo claramente como propuesta del Sínodo a la vida de la Iglesia en Amazonia y en el mundo entero, y repito, está actualmente poco destacado en el Instrumentum Laboris

Una Iglesia profética es una Iglesia que no sólo proclama con fuerza la justicia social y defiende los derechos humanos, que dialoga y acompaña, sino que, sobre todo, anuncia a Cristo y evangeliza. Recordemos lo que nos enseña al respecto el Papa Francisco: “Desde el corazón del Evangelio reconocemos la conexión íntima entre la evangelización y la promoción humana, que necesariamente debe expresarse y desarrollarse en toda la actividad evangelizadora.” (EG, 178)

Nuevos caminos para la evangelización. El documento postula un renovado sentido de la misión de la Iglesia en la Amazonía que, partiendo del encuentro con Cristo, sale al encuentro del otro iniciando procesos de conversión. Muy bien. Pero es muy importante que esta exigencia se vea plasmada en propuestas de una evangelización más abierta, explícita, que vaya más allá del diálogo y del acompañamiento, también a los pueblos originarios. En una acción evangelizadora en la línea de los grandes misioneros de la América indígena en el pasado y, repito, en la línea de la Exhortación Evangelii Nuntiandi, de San Paulo VI, que lamentablemente no ha sido citada en el texto.

“No es superfluo recordarlo: evangelizar es, ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo. Testimoniar que ha amado al mundo en su Verbo Encarnado, ha dado a todas las cosas el ser y ha llamado a los hombres a la vida eterna. Para muchos, es posible que este testimonio de Dios desconocido [55], a quien adoran sin darle un nombre concreto, o al que buscar por sentir una llamada secreta en el corazón, al experimentar la vacuidad de todos los ídolos. Pero este testimonio resulta plenamente evangelizador cuando pone de manifiesto que para el hombre el Creador no es un poder anónimo y lejano: es Padre. "Nosotros somos llamados hijos de Dios, y en verdad lo somos"[56] y, por tanto, somos hermanos los unos de los otros, en Dios”. (Evangelii Nuntiandi, 26)

Centro del mensaje: la salvación en Jesucristo. “La evangelización también debe contener siempre —como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo— una clara proclamación de que, en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios [57]. No una salvación puramente inmanente, … sino una salvación que desborda todos estos límites para realizarse en una comunión con el único Absoluto Dios, salvación trascendente, escatológica, que comienza ciertamente en esta vida, pero que tiene su cumplimiento en la eternidad”. (Evangelii Nuntiandi, 27)

Fallas del Instrumentum Laboris. Sin duda, el IL tiene el mérito de ser fruto de consultas a muchísimas personas, especialmente habitantes de la Amazonia. Y de tocar a fondo y con valentía la problemática ecológica y socio- económica de los pueblos amazónicos cuya defensa el texto acertadamente asume y promueve. Postula la necesidad de actuar con decisión para evitar una tragedia ecológica en la Amazonía. ¡Muy bien! 

Sin embargo, considera los pueblos indígenas u originarios como la mayoría de la población del inmenso territorio amazónico, donde hay también muchas ciudades y pueblos de cultura común latinoamericana. Utiliza un lenguaje impreciso y equívoco, y afirma débilmente la misión evangelizadora y santificadora de la Iglesia en Amazonia, pues tiene una visión antropológica ingenuamente optimista de un ser humano casi perfecto. 

Algo más grave: tiene una cristología muy débil, pues casi no se presenta la persona de Cristo como el redentor y salvador de la humanidad. Pero, además, propone una visión liberacionista y reductiva de la misión de la Iglesia, más atenta al ámbito y al tema sociológico, cultural, antropocéntrico y ecológico que al evangelizador y santificador, espiritual y pastoral. Esto es una falla muy grave en un documento eclesial, que el Sínodo tendrá que superar. 

El IL no es un documento para una asamblea de ONGs, sino de un Sínodo eclesial, de una asamblea importantísima de la Iglesia para ayudarla a vivir mejor su misión, para revitalizar la Iglesia allí y en el mundo entero, para lo cual hay que presentar nuevos caminos de auténtica evangelización. Por estas razones el documento ha sido criticado seriamente y ha suscitado ya bastante controversia. 

El problema de este documento son sus fallas propias. Las críticas surgen no porque el Sínodo quiera acertadamente defender la ecología y los pueblos amazónicos. Muy importante: cuando hacemos estas observaciones al documento no atacamos al Sínodo en su vertiente social y ecológica, pues será muy oportuno por su defensa contra las amenazas a la Amazonia y a sus variados pueblos. Pero, aunque el Instrumentum Laboris no es un documento definitivo, ¡qué bueno hubiera sido que lo hubieran trabajado más! y hubieran procurado incorporar mejor esos aspectos de la doctrina católica, especialmente sobre Jesucristo y sobre la misión de la iglesia para evitar provocar dudas, polémica y hasta un fuerte rechazo. 

El problema no es la ecología sino su débil eclesiología. Lo problemático del texto es su redacción confusa, y sus fallas en temas generales de doctrina y de visión teológica especialmente de antropología, cristología y eclesiología, entre otros. Estas controversias en un Instrumentum Laboris son algo incómodo e inconveniente. Por eso es necesario estudiarlo con detenimiento. Para aprovechar sus fortalezas, y descartar sus fallas y debilidades. Y para verdaderamente revitalizar la Iglesia en la Amazonia y en el mundo entero. La aparente preeminencia en el Instrumentum Laboris de lo ecológico, social y cultural sobre lo teológico, espiritual y pastoral en la vida de la Iglesia, tendrá que ser superada en el aula sinodal.

Un ejemplo a seguir: el documento de Aparecida. En una línea muy equilibrada, un documento eclesial que es necesario considerar al estudiar el Instrumentum Laboris y, sobre todo, en el Sínodo mismo, es el aprobado por la Vª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Es el famoso “Documento de Aparecida”, fruto del trabajo de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos de América Latina y del Caribe, por ende, también de la Amazonia. Afrontó los problemas de orden social, económico, político y ecológico que presenta todo el territorio americano, incluido el Amazonas, pero también abordó con fuerza el tema de la evangelización de los pueblos indígenas. En efecto, nos dice: “Nuestro servicio pastoral a los pueblos indígenas exige anunciar a Jesucristo y la Buena Nueva del Reino de Dios, denunciar las situaciones de pecado, las estructuras de muerte, la violencia y las injusticias internas y externas, fomentar el diálogo intercultural, interreligioso y ecuménico. Jesucristo es la plenitud de la revelación para todos los pueblos y el centro fundamental de referencia para discernir los valores y las deficiencias de todas las culturas, incluidas las indígenas. Por ello, el mayor tesoro que les podemos ofrecer es que lleguen al encuentro con Jesucristo resucitado, nuestro Salvador. Los indígenas que ya han recibido el Evangelio están llamados, como discípulos y misioneros de Jesucristo, a vivir con inmenso gozo su realidad cristiana”. (Aparecida, 95)

Un dato muy importante: el presidente de la Comisión redactora de ese documento fue nada menos que el Cardenal Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco. Aparecida, con exigencias muy firmes sobre la justicia, la evangelización y la labor de la Iglesia con relación a los pueblos indígenas, logró un contenido muy claro, exigente e iluminador, pero también armonioso, sereno y pacífico, de excelente contenido teológico, cristológico y eclesiológico. Es un magnífico punto de referencia latinoamericano para este Sínodo. 

Hubiese sido conveniente que el actual Instrumentum Laboris, a pesar de ser solo una herramienta para la discusión, hubiese sido también un documento sereno, preciso y claro, más trabajado y acabado incluso en sus conceptos y en su redacción, y no impreciso y controversial, como el actual. En este contexto, Aparecida es sin duda un estupendo punto de comparación y un elemento de iluminación para los Padres del Sínodo de Amazonia. En fin, Aparecida fue elaborado colegial y sinodalmente por Obispos de toda América Latina y del Caribe, y por ende, también de las Iglesias de la Amazonia. En un próximo artículo tocaremos algunas de las propuestas pastorales del documento.