Si para el Vaticano Dios no existe
El nuevo documento de la Academia Pontificia para la Vida sobre el Covid-19 es vergonzoso: no dice nada, nada sobre la vida y nada católico. Se solicita la conversión al medio ambiente y la solidaridad, excluyendo por completo la dimensión religiosa. Es un documento que le gustará a muchos líderes mundiales.
Por desgracia, la Academia Pontificia para la Vida (Pav) ha publicado otro documento sobre el Covid-19. Ya había escrito uno el 30 de enero de 2020, y ahora vuelve sobre el tema con el título “Humana communitas en la era de la pandemia: reflexiones obsoletas sobre el renacimiento de la vida”. También este documento -como el anterior- no dice nada: sobre todo no dice nada sobre la vida, cuyo ámbito es responsabilidad de la Academia Pontificia; y no dice nada católico, es decir, inspirado por la Revelación de Nuestro Señor.
Uno se pregunta quién escribe materialmente estos documentos. Por cómo escriben estos autores, parecen anónimos funcionarios de una institución anónima de estudios sociológicos. Tienen el objetivo de acuñar frases de eslogan para fotografiar procesos inopinados en progreso. El lector vea por ejemplo este pasaje: “Salimos de una noche de orígenes misteriosos: llamados a ir más allá de la elección, llegamos pronto a la presunción y a la queja, apropiándonos de lo que solamente nos ha sido confiado. Demasiado tarde aprendemos el consentimiento a la oscuridad de la que venimos, y a la que finalmente volvemos”. He leído todo el documento: garantizo que el tono es éste de principio a fin. ¿Nos acostumbraremos a un nivel tan bajo de documentos eclesiásticos?
Entonces uno se pregunta por qué están escritos así. Para ser precisos, esta es la verdadera razón por la que nos sometemos, a pesar de todo, al aburrimiento de su lectura. Para tratar de entender por qué una institución de la Santa Sede debería escribir un documento sobre la pandemia en el mismo idioma que cualquier oficina de una agencia internacional: las mismas oraciones abstrusas, la misma falta de principios de referencia que no son genéricos, los mismos guiños a los poderes fuertes mientras se jactan de defender a los débiles, las mismas propuestas indescifrables como "la ética del riesgo" o una retórica vacía como "la estrategia global coordinada" y "el desafío ético multidimensional".
En todo el documento, nunca se hace referencia explícita o implícita a Dios. Según la Academia Pontificia, la pandemia no se presta a ninguna reflexión sobre la teología de la historia: en la pandemia Dios no se encuentra. No debe verse como un evento natural, sino como un hecho histórico y social que cuestiona nuestras responsabilidades. Al no ser un hecho natural, no se debe referir a Dios el creador como su causa, al menos permisiva, y por lo tanto se deja de lado la pregunta: pero ¿por qué Dios lo permitió? En la pandemia, el hombre experimenta su "fragilidad", esto lo dice el documento, pero nunca habla de experimentar su propio pecado.
Según la Academia, en la pandemia están en juego sólo fuerzas humanas. Se pide la conversión, pero no a Dios, sino a respetar el medio ambiente y una solidaridad más generalizada. Nunca se pide orar, porque Dios solo puede actuar contra la pandemia a través del hombre. La pandemia es un producto humano, fruto del resultado de los disturbios en las relaciones con la naturaleza y exige la conversión a un nuevo comportamiento humano. Dios queda fuera, o está dentro de esta dimensión humana y coincide con ella. En ambos casos, en este documento no está presente Dios. Esta es la razón "teológica" de documentos de este tipo: hablar de Dios significa hablar del hombre.
Quien se enfrente al hombre y no a Dios, terminará asimilando las ideologías más extendidas como perspectiva. Resulta muy difícil explicar cómo el covid-19 surge de la "depredación de la tierra", pero el documento lo hace de acuerdo con la ideología ambientalista. Requiere mucho esfuerzo decir que la epidemia ha puesto de manifiesto los beneficios de la globalización ("el virus no conoce fronteras, pero los países han sellado sus fronteras"); y el documento lo apoya, de acuerdo con la ideología globalista y anti soberana. Evidenciar la importancia fundamental de buscar una vacuna y distribuirla a todos sin discriminación requiere no ver que la vacuna será un instrumento de una ideología de poder globalista y de intereses políticos, económicos y sanitarios globales, pero la Academia lo hace por tres veces.
Se necesita cierto descaro para no considerar el peligro real que la pandemia ha producido para la vida naciente, dado el aumento del compromiso de los Estados de garantizar, en cualquier caso, incluso el aborto a domicilio, superando las dificultades restrictivas del Covid-19; pero el documento de la Academia para la vida nunca habla de la vida en el sentido en que una Academia Pontificia para la Vida debería hablar de ella, es decir de acuerdo a la Evangelium vitae. Suscita mucho desconcierto apuntar sobre la Organización Mundial de la Salud (OMS), dada la gestión política, ideológica y a menudo no científica de este organismo, pero el documento lo hace, considerándola “profundamente arraigada en su misión de guiar el trabajo sanitario en todo el mundo”.
No hay duda: un documento que le gustará a muchos líderes mundiales. Pero no será de agrado -si lo leen y lo entienden- a aquellos que desean que la Academia Pontificia para la Vida haga la Academia Pontificia para la Vida.