San Columbano por Ermes Dovico

Santo Tomás Becket

Cuando Dios lo llamó a ser pastor de almas, luchó hasta el martirio para defender la libertad de la Iglesia, sin ceder a compromisos con el poder.

Santo del día 29_12_2023 Italiano English

Fue un hombre de mundo durante una buena parte de su vida. Pero cuando Dios lo llamó a ser pastor de almas, santo Tomás Becket (c. 1119-1170) luchó hasta el martirio para defender la libertad de la Iglesia, sin ceder a compromisos con el poder.

Nació en Londres de padres originarios de Normandia. Se formó estudiando las disciplinas del trivium y el quadrivium. El arzobispo de Canterbury, Teobaldo de Bec, le confió una serie de misiones importantes en Roma, le hizo estudiar derecho canónico en Bolonia y Auxerre y, unos años después, en 1154, lo nombró archidiácono de Canterbury. Vista la eficiencia de su colaborador, Teobaldo le aconsejó a Enrique II que lo nombrara lord canciller, cargo que Tomás obtuvo en enero de 1155.

Como canciller aprobó la obra de reforma del soberano, cuyo fin era restablecer la autoridad monárquica (debilitada por el predecesor de Enrique II), limitando la independencia de los terratenientes. Como brazo derecho del rey, Tomás fue objeto también de las críticas de los religiosos y fue acusado de descuidar sus deberes como archidiácono. Cuando murió Teobaldo, Enrique II consideró normal proponer a Tomás como nuevo arzobispo de Canterbury, convencido de que seguiría apoyándole en su política. Pero el futuro santo ya estaba cambiando y advirtió al soberano: «Si Dios permitiera que fuera arzobispo de Canterbury, perdería la benevolencia de vuestra majestad y el afecto con el que me honráis se transformaría en odio, puesto que varias de vuestras acciones, que perjudican los derechos de la Iglesia, me hacen temer que un día vos podríais pedirme algo que yo no podría aceptar». Al final, la intervención del nuncio apostólico convenció a Tomás a ser nombrado arzobispo. Fue consagrado el 3 de junio de 1162.

El cambio fue total. La frugalidad en las comidas, la oración, la lectura de la Biblia, la caridad hacia los pobres y enfermos distinguían sus jornadas. Pronto tuvo lugar el enfrentamiento que había predicho. Enrique II intentó influir sobre otros obispos ingleses y propuso la aprobación de algunos derechos reales que limitarían la libertad de la Iglesia, cuyos miembros fueron invitados a jurar obediencia a «las costumbres del reino». Tras un tira y afloja que se prolongó varios meses, se llegó a la Constitución de Clarendon, con la que el rey extendía su jurisdicción al ámbito eclesiástico y pretendía dar su aprobación a los nombramientos más importantes en la Iglesia. Tomás, reflexionando sobre las consecuencias de esas normas, fue el único que se opuso de manera firme. Fue procesado por ultraje al rey. Consiguió huir a Francia, donde vivió en exilio seis años. Mientras Enrique emitía edictos en su contra, Becket obtuvo el apoyo del papa Alejandro III.

Los delegados papales consiguieron encontrar un acuerdo con el rey para que Tomás pudiera volver del exilio, pero este ya se imaginaba cuál iba a ser su destino: «He vuelto para morir entre vosotros», les dijo a sus fieles. El enfrentamiento con la corte se agudizó en pocas semanas. Si bien aún hay dudas sobre las palabras pronunciadas por Enrique II («¿No habrá nadie capaz de librarme de este cura turbulento?», es la versión más común), cuatro caballeros las interpretaron como una invitación a eliminar físicamente al arzobispo. Lo abordaron en la catedral y lo asesinaron con espadas (este hecho ha inspirado la obra de Eliot, Asesinato en la catedral) cuando estaba rezando Vísperas el 29 de diciembre de 1170: «En nombre de Jesús y para proteger la Iglesia estoy preparado para abrazar la muerte», fueron sus últimas palabras. Su tumba pronto se convirtió en uno de los lugares principales de peregrinación de Inglaterra. También Enrique II fue a verla, humillándose públicamente en penitencia. Los cuatro caballeros fueron excomulgados por Alejandro III. Pero también mostraron signos de arrepentimiento y fueron a ver al papa, que les ordenó servir 14 años en Tierra Santa.

Patrón de: clero secular