Santa Margarita Bourgeoys

Su historia es una muestra de la impronta católica (hoy renegada por el laicismo) que los misioneros dejaron en Canadá. Margarita se ocupó de los niños, enfermos y soldados. Junto a sus discípulas se ocupó de las hijas de los colonos franceses y de los nativos, todas ellas valiosas «gotas de sangre de Nuestro Señor»

Santo del día 12_01_2024 Italiano English

La historia de Margarita Bourgeoys (1620-1700) es una muestra de la impronta católica (hoy renegada por el laicismo) que los misioneros dejaron en Canadá y, concretamente, en la región de Quebec, donde la santa desarrolló su apostolado.

Sexta de doce hijos, nació el 17 de abril en la ciudad francesa de Troyes y fue bautizada el mismo día. Pronto manifestó la vocación que marcaría toda su vida: «Desde mi primera juventud el Señor me había dado una especial inclinación a reunir niñas de mi edad». Con sus amigas se reunía para rezar, jugar, coser y asistir a las familias pobres instruyendo a sus hijos. Se quedó huérfana de madre con 19 años. Al cabo de pocos meses tuvo lugar el hecho que llamará su «conversión»: el 7 de octubre de 1640, durante la procesión en honor de la Santísima Virgen del Rosario, sus ojos se clavaron en la estatua de María que le pareció tan bella y viva que la tocó en lo más hondo de su alma.

Tras un intento, inútil, de ser admitida en las carmelitas, entró en la Congregación de Notre-Dame, fundada a finales del siglo XVI por la beata Alessia Le Clerc. Vivió esos años en recogimiento con Dios y asistiendo a los necesitados. El día de la Asunción de 1650 tuvo otra manifestación celeste: mientras adoraba arrodillada el Santísimo Sacramento, vio aparecer al Niño Jesús sonriente. Dos años más tarde tuvo el encuentro (preanunciado por una visión en sueños de san Francisco) con el gobernador francés Paul Chomedey, que había fundado con un grupo de religiosos y sacerdotes Ville-Marie, la actual Montreal. El hombre, «devoto como un monje», invitó a Margarita a ir con él a Canadá. La religiosa, con la aprobación de sus superiores, viajó a este país en 1653. Llegó tras un viaje de tres meses, durante el cual, a bordo de la nave, estalló la peste: la santa asistió a los enfermos en el cuerpo y en el espíritu.

En Canadá pronto entabló amistad con la venerable Jeanne Mance, que había fundado en Montreal el primer Hôtel-Dieu, es decir hospital, de América del Norte. Margarita se ocupó de los niños, enfermos y soldados, hizo reconstruir una gran cruz que los iroqueses habían derribado y exhortó a Chomedey a hacer voto de castidad para evitar las tentaciones que pronto empezaron a perseguirle. Fundó una iglesia dedicada a Nuestra Señora del Socorro que, antes de emprender el viaje, se le había aparecido diciendo: «Ve, yo nunca te abandonaré». Puesto que había mucho trabajo que llevar a cabo, en 1658 volvió a Francia para buscar a otras jóvenes que estuvieran dispuestas a comprometerse en la caridad: la siguieron cuatro. Estas mujeres, inicialmente, se constituyeron en una asociación de maestras seglares, viviendo en comunidad y con la promesa de seguir una regla: «Siempre nos ha parecido -escribió Margarita- que un cierto espíritu de humildad, sencillez, docilidad, obediencia, pobreza y desapego de todas las cosas y abandono a la Divina Providencia debía ser el verdadero espíritu de la Congregación».

Junto a sus discípulas se ocupó de las hijas de los colonos franceses y de los nativos, todas ellas valiosas «gotas de sangre de Nuestro Señor». Las educaron en la piedad cristiana, a las virtudes domésticas y para hacer varios trabajos de tipo práctico. Margarita, sostenida por su devoción a la Sagrada Familia, se preocupaba de formar buenas esposas y madres y, al mismo tiempo, ayudaba a los hombres a ser verdaderos maridos y padres, consciente de que solo sentando las bases para unas familias sólidas podía nacer una sociedad a escala humana. Otras jóvenes, atraídas por su ejemplo, se le unieron en la que se convirtió en la Congregación de Nuestra Señora de Montreal. La primera aprobación canónica llegó en 1676 y la definitiva constitución en instituto religioso dos años antes de la muerte de Margarita. Se preparó a su nacimiento en el Cielo orando y pidiendo a sus religiosas que observaran perfectamente la Regla. En Montreal el pueblo la llamaba «Madre de la colonia».

Para saber más:

Homilía de Juan Pablo II por la canonización de Margarita Bourgeoys (31 de octubre de 1982)