Santa Catalina de Suecia
Cuarta de los ocho hijos de santa Brígida, la gran mística sueca y copatrona de Europa, santa Catalina de Suecia compartió la misma tensión a las virtudes cristianas que iluminó toda la vida de su madre
Cuarta de los ocho hijos de santa Brígida, la gran mística sueca y copatrona de Europa, santa Catalina de Suecia (hacia 1331-1381) compartió la misma tensión a las virtudes cristianas que iluminó toda la vida de su madre y, como ella, recibió revelaciones celestes. Cuando tenía unos siete años fue confiada a un monasterio para su formación, y pronto maduró en ella el deseo de dedicarse a los bienes de Dios. En obediencia a su padre, cuando tenía unos 13 años se casó con el noble Edgard van Kyren, también este persona de fe genuina. Catalina convenció a su marido a imitarla en la profesión del voto de virginidad y ambos esposos se fortalecieron mutuamente, buscando la perfección cristiana y comprometiéndose en obras de caridad. En 1350, mientras estaba con su madre en Roma con ocasión del Jubileo, recibió la noticia del fallecimiento de su joven y amado esposo.
A la hermosa Catalina no le faltaron los pretendientes, pero ella declinó toda propuesta de matrimonio y empezó a vivir con Brígida (que a su vez se había quedado viuda seis años antes), acompañándola en numerosas peregrinaciones durante las que se enfrentaron a varios peligros, por lo que se deduce que fueron salvadas gracias a intervenciones sobrenaturales. Catalina pasaba hasta cuatro horas al día en oración y contemplación, meditando a menudo sobre los sufrimientos de Cristo, objeto constante de la piedad de la propia Brígida, famosa por las Oraciones acerca de la Pasión que le enseñó Jesús. Al poco tiempo de volver de una peregrinación a Tierra Santa asistió a su madre en su lecho de muerte, acaecida en Roma el 23 de julio de 1373. Al año siguiente, para respetar su voluntad, llevó su cuerpo a Suecia y lo enterró en el monasterio de Vadstena, fundado por la propia Brígida.
La santa ayudó a la consolidación de la Orden del Santísimo Salvador, cuyas monjas pronto fueron llamadas “brigidinas”, en honor de su fundadora. En 1375 volvió de nuevo a Roma para participar en el proceso de canonización de su madre (que será proclamada santa diez años después de la muerte de la hija). Tres años más tarde, Urbano VI aprobó la Regla brigidina. En Roma entabló amistad con santa Catalina de Siena, junto a la que defendió la legitimidad de Urbano VI y la necesidad de que la sede del papado permaneciera en la Urbe (hecho por el que ya había luchado su madre, que había recibido a este respecto revelaciones de la Virgen). Esto sucedió en el dramático contexto del Cisma de Occidente, iniciado en 1378 a causa de la ruptura de algunos cardenales franceses, que habían renegado de Urbano VI y habían elegido al antipapa Clemente VII, exponente del ala aviñonense.
Catalina enfermó al poco de volver a Suecia y murió en 1381 en Vadstena, monasterio del que se había convertido en abadesa. Escribió una obra titulada Consolación del Alma, llena de citas de las Sagradas Escrituras y de antiguos textos cristianos. Es representada a menudo con una cierva, porque la tradición cuenta que este animal la socorrió, salvándola de jóvenes malintencionados. En un cuadro custodiado en una capilla a ella dedicada en Plaza Farnese se la representa salvando a Roma de la crecida del Tíber, milagro que le es atribuido.
Patrona de: invocada para la protección de abortos voluntarios o espontáneos