Santa Cecilia por Ermes Dovico
LA COMIDA Y LOS SANTOS

San Valentín: Cuando el amor sabe a martirio

El 14 de febrero es universalmente conocido como el día de la fiesta de los enamorados, pero en el origen de esta fiesta (hoy más comercial que nunca) está la extraordinaria historia de un santo que fue martirizado por bendecir el matrimonio de un legionario romano convertido para casarse con una joven cristiana.
- LA RECETA 

Cultura 13_02_2021 Italiano English

A última hora de la mañana de un día de febrero del año 273, una joven y muy enferma mujer llamada Serapia, cristiana, se unió en matrimonio con el centurión romano Sabino, pagano. Fue una unión celebrada con mucha prisa, por deseo de los novios, precisamente porque temían que a la joven le quedara poco tiempo de vida. Aprovechando la celebración, Sabino se bautizó por amor a su mujer.

Acababan de ser bendecidos como marido y mujer cuando la joven cayó al suelo muerta. La conmoción y el sufrimiento que su muerte produjo en su marido fueron tan grandes que él también murió allí, al pie del altar. Se podría decir que Sabino murió debido al síndrome del corazón roto, una condición muy rara, pero que existe. Los mismos médicos forenses han tenido que admitirlo ya que han tenido la oportunidad de observarlo.

El celebrante fue arrestado dos días después. Y es que hablamos de un hecho acaecido en el siglo III y del emperador Aureliano, que dio una caza despiadada a los cristianos. A sus ojos, unir a un legionario romano con un cristiano era un crimen que debía ser castigado severamente.

Envió a su mano derecha, Furius Placidus, a arrestar al celebrante, que no era otro que Valentín de Terni (ciudad entonces llamada Interamna Nahars), un obispo cristiano (según otra tradición, la muerte conjunta de Sabino y Serapia fue obra de un milagro del propio Valentín, ed). Valentín tenía 97 años. Pero ni su edad ni la importancia de su cargo le salvaron. Fue torturado por negarse a abjurar de su religión y luego decapitado en plena noche, en la Vía Flaminia, pocos días después de su detención, según la ley romana.

Sus discípulos Próculo, Efebo y Apolonio robaron el cuerpo y lo sepultaron debidamente. Pero el emperador se enteró y también ellos acabaron siendo torturados y posteriormente decapitados.

A pesar de estos hechos de muerte, san Valentín es considerado el patrón de los enamorados. Quizá sea por la historia de Serapia y Sabino o quizá simplemente porque así lo decidió el papa Gelasio I dos siglos después (más concretamente en el 496) en su intento de cristianizar las fiestas paganas romanas (ya vimos en el artículo de la semana pasada la sustitución de la fiesta de los Lupercali por la de la Candelaria por voluntad de este mismo Papa). Y también es él quien dedica el 14 de febrero a san Valentín, obispo de Terni.

La fuente documental más antigua sobre este santo nos llega precisamente de esa época, a finales del siglo V y principios del VI, del Martyrologium Hieronymianum, que especifica el aniversario de su muerte. Dos siglos más tarde, otro documento, Passio Sancti Valentini, relata los detalles de la muerte de Valentín (176 - 273).

La fiesta de san Valentín se extendió entonces a Francia e Inglaterra gracias a los benedictinos, a través de sus numerosos monasterios (hoy la conservan los padres carmelitas). La basílica de San Valentín en Terni les fue confiada desde el siglo VII. En realidad, la construcción de la basílica se remonta al siglo IV, pero en el siglo VI los godos la destruyeron y fue reconstruida en el siglo VII, entre el 625 y el 648. La cripta con el altar del arcosolio, que se encuentra bajo un nicho cubierto por un arco y sobre la tumba del mártir, debe datar de la época de la primera o segunda construcción.

En el año 742 se produjo el histórico encuentro entre el Papa Zacarías (679-752), que partió de Roma hacia Terni, y el rey lombardo Liutprando (690-744). El rey eligió la basílica de San Valentín porque allí se veneraban los restos del glorioso mártir, a los que atribuía un valor taumatúrgico.

Con ese encuentro, el rey donó al Pontífice varias ciudades italianas –entre ellas Sutri- que dieron lugar al Estado Pontificio. La reunión se menciona en el Liber Pontificalis, que habla de una “basílica beati Valentini episcopi et martyris”. En el mismo texto, la biografía del Papa Nicolás I (858-867) menciona un “monasterio Sanctii Valentini” cerca de Terni.

Bajo el pontificado de Pablo V (nacido Camillo Borghese, 1552-1621) se inició la búsqueda de las reliquias del santo. Desde hacía algún tiempo, la búsqueda de los primeros mártires de la Iglesia había comenzado también en Roma. Había dos razones: autentificar su existencia y aumentar su veneración.

El cuerpo de san Valentín se encontró en una caja de plomo contenida en una urna que externamente parecía tosca, pero que en su interior estaba adornada con bellos relieves. La cabeza estaba separada del busto, lo que confirma que la muerte fue por decapitación.

Los restos fueron llevados a la catedral, pero los fieles querían que el cuerpo de su mártir descansara en un lugar dedicado a él. Ni siquiera la Congregación de Ritos era partidaria de que las reliquias permanecieran en la catedral, ya que debían ser veneradas en el lugar donde habían sido enterradas. Así que se decidió reconstruir una nueva basílica.

En 1630 las reliquias fueron colocadas en un arca artística compuesta por una estatua supina y las reliquias del Santo, que consistían en una parte del cráneo, la mandíbula con algunos dientes, otros dientes y cenizas. La estatua podía admirarse hasta hace unos años bajo el altar mayor reconstruido por el archiduque Leopoldo en la década de 1970. En 2003 la tumba de san Valentín fue trasladada al nuevo altar y ese mismo año se devolvió a Terni una parte del cráneo que había sido robado de la tumba en 1979.

La policía científica reconstruyó en el laboratorio el rostro del santo con los restos del cráneo que tenía a su disposición (ver foto).

Ciertamente, Valentín era un personaje fascinante, un “gran anciano”, un hombre que comprendía las pasiones humanas y la belleza del amor. Se le atribuye la capacidad de “pacificar” a los amantes, siendo la paz un gran acto de amor. A pesar de la vulgarización comercial de la fiesta, es bueno que cada 14 de febrero se conmemore un santo.

En realidad es un santo poco conocido, excepto en su región, Umbría. Merece la pena planificar una visita a la Basílica de San Valentín en Terni y con la ocasión visitar Umbría, una región extraordinaria por su belleza y riqueza de todo tipo: arquitectónica, turística, espiritual, gastronómica y vinícola. Por eso he pensado que una receta de Umbría (y más concretamente típica de Terni) haría que el recuerdo de San Valentín estuviera más vivo en nuestros corazones este 14 de febrero.