Los primeros sábados, el camino hacia la paz indicado en Fátima
Este año se cumple el centenario de la aparición (10 de diciembre de 1925) en la que la Virgen, siguiendo lo anunciado en Fátima, explicó a Lucía la esencia de la devoción de los primeros sábados del mes. Practicarla es la premisa para el triunfo de su Corazón Inmaculado y la paz.

En 2025, año jubilar, estamos tocando a un nuevo y providencial fermento en el mundo católico en torno a una devoción de extrema importancia: la Comunión reparadora los primeros sábados del mes. Una devoción que Dios mismo quiso establecer a través de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima. Era el 13 de julio de 1917 cuando la Santísima Virgen, además de anunciar la petición de consagrar Rusia a su Inmaculado Corazón, comunicó por primera vez a los pastorcitos (Lucía dos Santos, Francisco y Jacinta Marto) la necesidad de difundir en el mundo la Comunión reparadora los primeros sábados, como medio para dos fines fundamentales, uno en el tiempo y otro en la eternidad: la paz en la tierra y la salvación de muchas almas. El mensaje de aquel 13 de julio era un anticipo de lo que María Santísima vendría a ser, más concretamente, más adelante, tal y como ella misma prometió en la Cova d'Iria.
Este año se cumple el centenario de la aparición en la que la Madre celestial expuso a Lucía dos Santos (1907-2005) los detalles esenciales de la devoción de los primeros sábados.
Era el 10 de diciembre de 1925 y la vidente, hoy venerable, estaba tocando el postulantado en las Doroteas de Pontevedra (España). María se le apareció mostrándole su Corazón coronado de espinas. A su lado, sobre una nube luminosa, estaba el Niño Jesús, que exhortó a Lucía a tener compasión del Corazón Inmaculado de nuestra Santísima Madre y a reparar las ingratitudes con las que los hombres la hieren. Luego, la Virgen misma reiteró el concepto y añadió la descripción de la manera en que desea ser consolada: «Mira, hija mía, mi Corazón coronado de espinas que los hombres ingratos me clavan a cada momento con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, trata de consolarme y di que todos los que durante cinco meses, el primer sábado, se confiesen y reciban la Santa Comunión, digan un Rosario y me hagan 15 minutos de compañía meditando sobre los 15 misterios del Rosario, con la intención de darme alivio, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de estas almas».
A la luz del centenario de esta crucial aparición, hay un nuevo florecimiento de iniciativas destinadas a cumplir la petición celestial. Entre ellas merece una mención «Los primeros sábados de la Alianza de Fátima», una iniciativa surgida en Francia y promovida a través de un sitio web en varios idiomas (incluido el español). La Alianza concluyó una novena para propiciar un acto oficial del Papa en el que se recomiende la devoción de los primeros sábados a toda la Iglesia. Este acto estaría, por otra parte, en la línea de lo que la propia sor Lucía relató en una carta de mayo de 1930 al jesuita padre José Bernardo Gonçalves. Es evidente que los fieles ya pueden practicar esta devoción —fundada en la piedad mariana más clásica (y aprobada por primera vez por el obispo de Leiria, en Fátima, el 13 de septiembre de 1939)—, pero al mismo tiempo se hace evidente que un acto oficial del Papa daría un impulso extraordinario a su difusión, tan necesaria hoy en día, dada la gravedad de los tiempos que vivimos.
Si las peticiones de María —tanto para los primeros sábados como para la consagración de Rusia— hubieran sido atendidas en la manera y en el momento oportunos, Rusia se habría convertido, no habría esparcido sus errores por el mundo (con el comunismo) ni las persecuciones a la Iglesia, y no habría estallado la Segunda Guerra Mundial: todos ellos son acontecimientos que ya habían sido prefigurados en el mensaje del 13 de julio de 1917 (el secreto en tres partes) y cuya realización o no dependía precisamente de cómo los hombres hicieran uso de su libertad y de cuánto confiaran o no en lo que pedía la Virgen. Ella había ofrecido de antemano el remedio a la humanidad y, en particular, a la Iglesia. Pero no fue escuchada, salvo en parte y tarde.
A pesar de las circunstancias cambiadas, ese remedio sigue siendo “ser” actual, porque todos nosotros necesitamos convertirnos y el mundo está comprendiendo lo que significa no tener la paz. No es casualidad que el 13 de mayo de 2010, Benedicto XVI afirmara: «Se engañaría quien pensara que la misión profética de Fátima ha concluido».
Y los primeros sábados son el corazón de esta misión profética, son un arma que nos ofrece el Cielo con la que cada bautizado puede contribuir a salvarse a sí mismo y al mundo. Conviene recordar que Lucía, el 15 de febrero de 1926, tuvo otra aparición del Niño Jesús en la que, dada la dificultad de algunos para confesarse el mismo sábado de la piadosa práctica, pidió al Señor que la confesión de ocho días fuera ser válida. Jesús le respondió: «Sí, pueden ser incluso más, siempre que, cuando Me reciban, sean en gracia y tengan la intención de reparar el Corazón Inmaculado de María». Esta intención debe comunicarse al confesor durante cada uno de los cinco meses; si el penitente lo olvida, puede manifestar su intención «en la siguiente confesión, aprovechando la primera ocasión» que tenga para confesarse, tal y como explicó el Señor a Lucía en la misma aparición.
En otra ocasión (era la noche entre el 29 y el 30 de mayo de 1930), impulsada por su confesor, sor Lucía preguntó a Jesús por qué la devoción consistía en cinco sábados. El Señor le respondió que «se trata de reparar las cinco ofensas al Inmaculado Corazón de María», a saber: 1) las blasfemias contra su Inmaculada Concepción; 2) contra su virginidad perpetua; 3) contra su maternidad divina y el rechazo a reconocerla como Madre de los hombres; 4) la obra de aquellos que infunden públicamente en el corazón de los pequeños la indiferencia, el desprecio e incluso el odio contra esta Madre Inmaculada; 5) la obra de aquellos que la ofenden directamente en sus imágenes sagradas.
Siempre en esa ocasión, Jesús dijo a sor Lucía que la práctica de la devoción puede trasladarse excepcionalmente al domingo siguiente al primer sábado, pero solo «por motivos justos, que toca a los sacerdotes juzgar».
Recapitulamos las condiciones generales: 1) Confesarse el primer sábado del mes o dentro de los ocho días (o más) anteriores o posteriores, siempre que se reciba la Eucaristía en estado de gracia; 2) comulgar cada primer sábado, durante cinco meses consecutivos; 3) Rezar el Rosario; 4) Después de la oración, hacer compañía a la Virgen durante otro cuarto de hora, meditando sobre uno o varios misterios del Rosario (la hermana Lucía solía meditar uno cada vez). Cada una de estas cuatro condiciones debe cumplirse con la intención de reparar el Corazón Inmaculado de María. Para los 15 minutos de meditación, uno puede ayudarse leyendo un pasaje de la Sagrada Escritura relacionado con el misterio en el que se quiere detenerse, o también reflexiones de santos y otros escritos espirituales de recta doctrina (el sitio web de la Alianza de Fátima publica cada mes una meditación).
Queda, pues, mirar el calendario y anotar cada mes el primer sábado, para organizarse con tiempo. El triunfo del Inmaculado Corazón de María y, por tanto, la paz pasan por aquí.
Consagración a María, es tarde pero no demasiado
Una cuidadosa reconstrucción de los mensajes y cartas de Sor Lucía nos hace comprender en qué sentido podemos decir que la Consagración al Inmaculado Corazón de María llega tarde para evitar lo profetizado en Fátima sobre los errores difundidos desde Rusia; pero al mismo tiempo es eficaz para acortar el tiempo de la prueba.