Cristo Rey por Ermes Dovico

San Pedro Crisólogo

El apelativo Crisólogo, término griego que significa “palabra de oro”, se lo mereció por la elocuencia con la cual exponía las verdades de fe. Fue proclamado por Benedicto XIII, en 1729, Doctor de la Iglesia

Santo del día 30_07_2022 Italiano English

El apelativo Crisólogo, término griego que significa “palabra de oro”, se lo mereció por la elocuencia con la cual exponía las verdades de fe. Se supone que quien se lo dio fue la emperatriz Gala Placidia (hija de Teodosio I, el emperador del edicto de Tesalónica), una ferviente cristiana y figura central en la historia del siglo V.

San Pedro Crisólogo (finales del siglo IV - hacia el 450) era originario de Imola. Su padre espiritual, como se deduce también de uno de sus sermones, fue el obispo san Cornelio («para mí fue un padre, él me dio la vida por medio del Evangelio»), que lo bautizó, lo formó y le ordenó diácono. Del resto de su juventud no sabemos mucho más. La mayor cantidad de noticias sobre él tienen que ver con el período de su ministerio episcopal en Rávena, elevada a sede metropolitana de la Iglesia en torno al 431 y entonces capital del Imperio romano de Occidente (a partir del 402).

Según la tradición, reportada en el Liber Pontificalis Ecclesiae Ravennatis del historiador y sacerdote Andrea Agnello (siglo IX), fue el papa Sixto III (432-440) quien lo nombró obispo de Rávena después de haber tenido una visión del futuro santo flanqueado por el apóstol san Pedro y por san Apolinar. El mismo papa lo consagró y escuchó su primer discurso como obispo, que hizo en presencia también de Gala Placidia. Esto ocurrió en torno al 433.

Dos años antes, en el Concilio de Éfeso, había sido definida dogmáticamente la maternidad divina de Maria y se había declarado herética la doctrina de Nestorio, que rechazaba llamar a la Virgen Theotókos (Madre de Dios) y negaba la unión hipostática de las dos naturalezas - humana y divina - en la única persona de Jesucristo, del cual acababa por sostener la separación en dos personas. En los años siguientes surgió otra herejía cristológica, a saber: el monofisismo del archimandrita Eutiquio, que cayó en el error opuesto al de Nestorio al sostener que en Cristo solo hay la naturaleza divina, negando por lo tanto los sufrimientos que el Redentor sintió en la carne.

En el 449, después de que el grave error teológico de Eutiquio hubiera sido condenado en el sínodo de Constantinopla, el archimandrita oriental interpeló al Crisólogo dado que era el metropolitano de la sede imperial de Occidente: el santo obispo de Rávena le respondió reiterando la recta doctrina cristológica y le exhortó a dirigirse al papa (entonces León Magno), es decir a aquel «por medio del cual el beato Pedro continua enseñando a aquellos que buscan la verdad en la fe». Como diciendo que el primado de la Santa Sede, establecido por voluntad divina, permanecía tal cual y no podía ciertamente verse afectado por el declive de la Roma imperial. Precisamente a través de dicho primado, en el 451 los cristianos fueron confirmados en la fe: en el Concilio de Calcedonia se leyó solemnemente una epístola dogmática del papa León (el Tomus ad Flavianum) que condenaba el monofisismo.

Junto a Gala Placidia, definida por él como mater christiani perennis et fidelis imperii, dio inicio a la edificación de la basílica petrina en Classe [antiguo puerto de Rávena], ahora desaparecida. Fue también el santo el que consagró la iglesia de San Juan Evangelista, la más antigua de Rávena, querida por la misma emperatriz después de haber hecho un voto al discípulo predilecto de Jesús durante una tempestad en el mar.

San Pedro Crisólogo murió donde había crecido, en Imola, y quiso ser sepultado cerca de la tumba del mártir san Casiano, patrón principal de la diócesis del lugar. Casi tres siglos más tarde, el obispo de Rávena san Félix (†725) compiló una recopilación de homilías de su predecesor, un total de 176, si bien posteriormente este numero ha sido retocado en parte. Por sus sermones (en los cuales rechaza la herejía, explica eficazmente el misterio de la Encarnación y el Credo apostólico, exalta a san Juan Bautista y la Santísima Virgen, recuerda el sacrificio heroico de san Apolinar, primer obispo de Rávena, etc.), san Pedro Crisólogo fue proclamado por Benedicto XIII, en 1729, Doctor de la Iglesia.