San Martín de Porres
Cuando la peste asoló Lima, prestó una gran ayuda a la población y curó a sesenta de sus hermanos de comunidad. Recogió fondos para construir el colegio de Santa Cruz, que dedicó a la acogida e instrucción de mendigos, huérfanos y pobres, siendo una de las primeras instituciones de este tipo en el Nuevo Mundo
Son muchos los dones sobrenaturales con los que Dios adornó la humilde alma de Martín de Porres (1579-1639), un gran santo peruano que no tuvo una infancia fácil. Hijo de una criada panameña de origen africano y un aristócrata español, su padre no lo reconoció hasta que tuvo ocho años porque era mulato. Arrepentido, su padre empezó a ocuparse de su educación y de la de su hermanita Juana.
Al crecer en una América que desde hacía decenios era evangelizada por los misioneros, Martín sintió pronto la llamada del Señor. Con apenas 15 años, cuando ya había aprendido el oficio de barbero y sentía pasión por la medicina, se presentó en el convento de los dominicos de Lima, donde fue acogido como «donato» (es decir, terciario) con el deber principal de limpieza, lo que explica por qué a menudo se le representa con una escoba.
Al poco tiempo, los superiores se dieron cuenta de su extraordinaria humanidad. Un día corrió detrás del prior que se dirigía a la plaza para vender los objetos preciosos del convento, que en esos momentos atravesaba graves dificultades económicas, y se ofreció a ser vendido como esclavo. El prior le respondió: «Vuelve, hermano, tú no estás en venta». Mientras tanto, había empezado a ayudar en la enfermería del convento, donde acogía a pobres y enfermos. Anunciaba a todos la virtud de la fe en Dios y daba consejos sobre cómo vivirla en la cotidianidad. Su gran caridad y dedicación a la Orden hicieron que los superiores aceptaran su profesión solemne como fraile converso (hoy llamado cooperador). A partir de ese día - el 2 de junio de 1603 - Martín se dedicó más intensamente a la vida ascética, ayunando, pasando horas delante del Santísimo Sacramento y meditando sobre la Pasión de Jesús.
Las bilocaciones, los éxtasis, las levitaciones (testigos del proceso para la causa de beatificación contaron que lo habían visto elevarse unos palmos sobre el suelo), la profecía y la ciencia infusa son algunos de los carismas que manifestó. Mientras continuaba dedicándose a los últimos, que acudían en gran número a la enfermería del convento, su sabiduría y fama de sanador pasaron a ser de dominio público, por lo que varios personajes de renombre recurrieron a él para recibir sus consejos o ser curados. Cuando la peste asoló Lima, prestó una gran ayuda a la población y curó a sesenta de sus hermanos de comunidad. Entre uno y otro milagro (se dice que incluso los animales le escuchaban, sobre todo los topos), recogió fondos para construir el colegio de Santa Cruz, que dedicó a la acogida e instrucción de mendigos, huérfanos y pobres, siendo una de las primeras instituciones de este tipo en el Nuevo Mundo. Martín sabía que era amado por Dios y quería que todos conocieran Su amor.
Patrón de: barberos, justicia social, enfermos, barrenderos