San Jenaro
Hay noticias de su veneración en diversas fuentes antiguas, en primer lugar en el Martirologio Jeronimiano. Fue martirizado a inicios del siglo IV, durante las persecuciones de Diocleciano.
«San Genna’, jesce e facci ‘a grazia!» [«San Jenaro, sal y concédenos la gracia»]. La invocación que los fieles repiten desde hace siglos en Nápoles, la ciudad a donde fueron trasladados los restos de san Jenaro (c. 272-305), está vinculada al conocido fenómeno de la licuefacción de la sangre del glorioso mártir. La sangre está guardada en dos ampollas muy antiguas en las que, según la tradición, fue recogida por una mujer llamada Eusebia. Hasta ahora la Iglesia ha evitado, por prudencia, declarar el evento como milagroso, pero los análisis espectroscópicos de las ampollas han observado la presencia de hemoglobina. Además, a pesar de los conocimientos actuales, el fenómeno de la licuefacción con el posterior retorno al estado sólido sigue sin tener explicación.
Jenaro fue obispo de Benevento. Hay noticias de su veneración en diversas fuentes antiguas, en primer lugar en el Martirologio Jeronimiano. Fue martirizado a inicios del siglo IV, durante las persecuciones de Diocleciano. En esa época, el diácono Sosio, amigo de Jenaro, había sido arrestado por ser cristiano. El santo, acompañado por Festo y Desiderio, fue a visitarlo a la cárcel, pidiendo su liberación y profesando su fe. Pero el juez los hizo arrestar, condenándolos a ser despedazados por las fieras en el anfiteatro de Pozzuoli. Condena que luego fue cambiada por la decapitación (acaecida el 19 de septiembre) porque las fieras se habían amansados tras ser bendecidas por Jenaro.
Patrono de: donantes de sangre, orfebres; Nápoles