San Alejo
Ha sido fuente de inspiración para escritores y artistas. Con el tiempo, han surgido varias versiones hagiográficas de su figura, que tienen en común un rasgo fundamental: la renuncia a todo para seguir a Dios
A lo largo de los siglos, san Alejo de Roma (siglo IV-V) ha sido fuente de inspiración para escritores y artistas. Con el tiempo, han surgido varias versiones hagiográficas de su figura, que tienen en común un rasgo fundamental: la renuncia a todo para seguir a Dios, obteniendo así el ciento por uno prometido por Jesús. Se conoce su vida a través de tres tradiciones: una siríaca, una griega y una latina.
La versión siríaca, que data de finales del siglo V, es la más antigua. Relata que un joven rico originario de Constantinopla, la «Nueva Roma», se subió en secreto a un barco la noche antes de su boda y llegó a Siria. Luego, ese joven continuó su viaje a Edesa (en la actual Turquía meridional), una ciudad con una gran comunidad cristiana que durante siglos guardó el Mandylion, un lienzo en el cual quedó impreso el rostro de Jesús y que muchos eruditos han identificado en el Sudario de Turín. En Edesa, san Alejo vivía como un mendigo y por la noche distribuía a los pobres lo que le habían dado durante el día, guardando para él solo lo esencial. Sus días estaban marcados por la oración y las penitencias. Los habitantes del lugar, debido a su ascetismo, comenzaron a llamarlo Mar Riscia, es decir, «hombre de Dios». Después de pasar 17 años en Edesa, sintiendo que la muerte se avecinaba, reveló que pertenecía a una noble familia romana y que había renunciado al matrimonio para consagrarse a Dios. Según esta antigua hagiografía, murió siendo el escritor sirio Rábula obispo de Edesa (c. 412-435).
Más tarde, se extendió la tradición griega, según la cual ese joven se llamaba Aléxios (Alejo), nombre que significa «defensor», «el que protege», y que era nativo de Roma. Después de pasar la mitad de su vida en Edesa como mendigo, Alejo habría regresado a la Ciudad Eterna, viviendo como un extraño en su hogar paterno (hasta su muerte el 17 de julio).
Por último, a partir del siglo X se acredita la tradición latina, que es bastante similar a la griega y que desde entonces tuvo mejor suerte y hasta se incluyó en La Leyenda Dorada del beato Santiago de la Vorágine (1228-1298). Según la hagiografía latina, Alejo era hijo de Agalé y Eufemiano, un hombre muy rico, que sentía una gran compasión por los pobres, los huérfanos y las viudas. Esta versión cuenta que su prometida se llamaba Adriática y que la noche antes de la boda, cuando el joven se fue para Edesa, había aceptado vivir en castidad. Su padre lo mandó buscar en vano por sus sirvientes, que llegaron hasta la ciudad de Asia Menor, pero no lo reconocieron por lo mucho que había cambiado su aspecto debido a las renuncias y a su opción por la pobreza. Después de pasar dieciocho años en Edesa, regresó a Roma y allí fue recibido con la benevolencia habitual por su padre, que no lo reconoció. El santo fue alojado en un sótano donde vivió los últimos diecisiete años de su vida terrenal.
Cuando Alejo murió, se oyó una voz del cielo que decía: «¡Buscad al hombre de Dios, que rece por la ciudad de Roma!». Y de nuevo: «Buscad en el monte Aventino, en la casa de Eufemiano». El padre comenzó la búsqueda y, con él, Inocencio I (papa del año 401 al 417) y sus hermanos emperadores Arcadio († 408) y Honorio († 423). Al final su padre se acordó del peregrino en el sótano. Alejo fue encontrado con un pergamino en la mano que revelaba su identidad.
En la colina del Aventino surgió la Basílica de los Santos Bonifacio y Alejo, todavía elegida hoy para muchas bodas. Su interior alberga un icono antiguo, conocido como Nuestra Señora de la Intercesión o de San Alejo, que según la tradición fue traído por el santo desde Oriente. Entre los fieles de Roma que le fueron devotos, se debe recordar un alma predilecta - santa Francisca Romana - a la que se le apareció en sueños en un momento muy delicado para ella
Patrono de los mendigos