Viernes Santo por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Reconocer a Jesús

Ella, tomándolo por el hortelano... (Jn 20,15)

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto». (Jn 20,1-2. 11-18)

 

La aparente ausencia de Jesús en el sepulcro hace que María Magdalena se desespere. Ni siquiera la voz de Jesús consigue sacudirla, porque no se imagina que era precisamente al que estaba buscando. En realidad, cuando los hombres se derrumban en la dolorosa oscuridad de la desesperación, se comportan como inicialmente se comportó Magdalena con Jesús: observan pero no ven, oyen pero no escuchan, porque el espíritu está ocupado con el proprio ego y no deja espacio al Hijo de Dios. Pero cuando Jesús la llama por su nombre, María le reconoce. Encontremos en este día un poco de silencio para la oración personal y pidamos al Espíritu Santo que nos ayude también a nosotros a reconocer a Jesús cuando nos llama por nuestro nombre.