Quien reza se salva
Pedid y se os dará. (Lc 11,9)
Y les dijo: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?». (Lc 11,5-13)
El hombre, al rezar, reconoce la superioridad de Dios y se encomienda a Él. Nuestra tendencia al mal, la concupiscencia, no puede ser vencida solo con nuestras fuerzas. Si con la oración dejamos actuar en nosotros al Espíritu Santo tenderemos siempre más al bien (Dios) y menos al mal (diablo). Tengamos en mente la frase más célebre de san Alfonso María de Ligorio: quien reza se salva, quien no reza no se salva.