Santo Domingo Savio por Ermes Dovico
HACIA EL CONCLAVE

Prevost y sus socios: los implicados en abusos sexuales no deben ser votados

Es inquietante ver entre los nombres de los papables a cardenales implicados en escándalos de corrupción o abusos sexuales. Como, por ejemplo, Robert Prevost, ex prefecto del Dicasterio para los Obispos, sobre el que pesa una grave acusación. O los muchos relacionados con el caso McCarrick.

Ecclesia 06_05_2025 Italiano English

Contrariamente a lo que quisiera la narrativa oficial —reforzada gustosamente por los medios laicistas—, bajo la sombra del papa Francisco se han encubierto varios escándalos, tanto sexuales como económicos. Y demasiados cardenales, vinculados de una u otra manera a estos escándalos, circulan tranquilamente y están desempeñando un papel importante en la preparación del cónclave.

Hasta el punto de que es de vital importancia que los cardenales eviten votar a cualquiera que haya estado involucrado en estos años en episodios de corrupción y abusos sexuales, o sobre quien pesen graves sospechas. Sería desastroso tener un Papa que perpetuara el sistema de protecciones y complicidades que ha caracterizado estos años, desde el caso del obispo chileno Barros al del obispo argentino Zanchetta, desde el escándalo del cardenal McCarrick al del padre Rupnik. Lo último que necesita la Iglesia es un Papa que ya de entrada resulte susceptible de ser chantajeado.

Por eso es inquietante ver estos días entre los nombres de los papables en ascenso el del cardenal Robert Francis Prevost, agustino estadounidense que fue obispo de la pequeña diócesis peruana de Chiclayo (desde 2014) antes de ser llamado a Roma en 2023 (año en que fue nombrado cardenal) para dirigir el Dicasterio para los Obispos. Ya en septiembre pasado nos ocupamos de su caso publicando en exclusiva el contenido de la carta de tres mujeres que acusan a Prevost de haber encubierto a dos sacerdotes acusados de pedofilia y de los que fueron víctimas cuando aún eran menores, entre 2006 y 2010.

Pero ahora hemos tenido acceso a una carta reciente que el presidente de la SNAP (Survivors Network of those Abused by Priests, la red de supervivientes de abusos de sacerdotes) ha enviado al secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, y a los cardenales Víctor Manuel Fernández (prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe), Ángel Fernández Artime (pro-prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada) y a la hermana Simona Brambilla, prefecta del mismo Dicasterio, denunciando a Prevost por «acciones y omisiones destinadas a interferir o impedir una investigación civil o canónica, administrativa o penal, contra ciertos sacerdotes de la diócesis de Chiclayo».

La carta, firmada por el presidente Shaun Dougherty, está fechada el 25 de marzo de 2025 y denuncia la falta de aplicación al cardenal Prevost de la Carta apostólica Vos estis lux mundi, que dicta nuevos procedimientos para intervenir en casos de abusos sexuales. Además, se acusa al prelado estadounidense de «abuso de poder eclesiástico, de oficio y de función, que ha herido a personas vulnerables y ha creado escándalo».

La carta detalla los delitos cometidos por tres sacerdotes, James Ray, Eleuterio Vásquez Gonzales y Ricardo Yesquen, y cómo el cardenal Prevost ignoró las denuncias de las víctimas e incluso «desvió» al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, impidiéndole tomar las decisiones correctas. Por otra parte, cabe recordar que el sucesor de Prevost en Chiclayo (elegido por él mismo) hizo todo lo posible por encubrir a su vez al cardenal agustino, incluso persiguiendo al abogado defensor de tres víctimas. Cabe señalar que Prevost fue llamado a Roma para presidir el Dicasterio de los Obispos después de que el escándalo ya hubiera estallado en Perú y la denuncia ya hubiera llegado al Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

En la carta del 25 de marzo, la SNAP pide una investigación en profundidad sobre las responsabilidades del cardenal Prevost, pero no solo no ha habido respuesta alguna por parte de Parolin, Fernández, Artime y Brambilla, sino que, incluso en vísperas del cónclave, encontramos a Prevost entre los nombres que suenan para convertirse en Papa. La situación ya es escandalosa de por sí, imagínense si resultara elegido.

Además, quien impulsa su nombre es otro cardenal muy controvertido, el hondureño Oscar Maradiaga, gran elector del papa Francisco, llamado al consejo restrito de cardenales que lo ha apoyado en estos años. Maradiaga ha sido acusado de gestión alegre de los fondos de la diócesis, pero sobre todo de haber encubierto los horribles abusos de su obispo auxiliar en Tegucigalpa, Juan José Pineda. Todo ello se explica en el libro publicado en 2019 por Martha Alegría Reichmann, viuda del ex embajador de Honduras ante la Santa Sede: «Sacri tradimenti» (Sacrosantas traiciones) es el título del libro, en el que la ex amiga de Maradiaga denuncia también haber sido estafada por el prelado y haber perdido así todos sus ahorros.

A la lista de cardenales inelegibles hay que añadir todos los vinculados al escándalo del cardenal abusador Theodore McCarrick, que no son pocos dada la amplia red de connivencia y complicidad que permitió a McCarrick continuar durante años con sus abusos (Maradiaga también era amigo suyo). Hay que decir también que se utilizó contra él un método ya probado en el pontificado anterior: cuando estalló el escándalo, fue reducido al estado laical sin que se celebrara un proceso canónico que hubiera permitido sacar a la luz toda la verdad (además de dar al cardenal la posibilidad de defenderse) y también aclarar quiénes encubrieron sus fechorías. Así, McCarrick fue finalmente condenado, pero sus cómplices quedaron libres para seguir haciendo carrera. Como, por ejemplo, el cardenal Donald Wuerl, sucesor de McCarrick en Washington, hoy de 85 años y, por tanto, fuera del cónclave. Pero Wuerl fue llamado a Roma para sustituir al cardenal Raymond L. Burke en la Congregación para los Obispos, con el fin de sugerir nombres para los futuros cardenales. Inmediatamente fue elevado al cardenalato Blase Cupich, y luego Joseph W. Tobin y Robert McElroy, recientemente ascendido a la dirección de la diócesis de Washington. No hay que olvidar al cardenal Kevin Farrell, actual camarlengo, llamado a gestionar el Estado del Vaticano durante el período de sede vacante, que vivió durante seis años puerta con puerta con McCarrick sin darse cuenta de nada, al igual que anteriormente, desde puestos de responsabilidad en los Legionarios de Cristo, nunca se había dado cuenta de la doble vida del fundador Marcel Maciel.

La lista podría continuar, pero hay que mencionar al menos al gran protector del padre Marko Rupnik, cuyo caso aún está por resolver: el cardenal Angelo De Donatis, del que nos hemos ocupado recientemente.

Todos ellos son personajes a los que no solo no hay que votar, sino que ni siquiera hay que tener en cuenta sus posibles sugerencias.



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