Prepararse para el juicio de Dios
Mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol. (Lc 13,8)
En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera». Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”. Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”». (Lc 13,1-9)
Con nuestras decisiones cotidianas, incluso las más pequeñas, decidimos si amar a Dios o a las criaturas. Si elegimos a las criaturas, las estamos elevando a ídolos, pero estos son incapaces de darnos la felicidad plena a la que aspira nuestro corazón. Por esto, como nos aconseja con amor Jesús, siempre es bueno tener bien “abonada” nuestra alma para no estar desprevenidos cuando esta se encuentre ante Dios después de nuestra muerte. Si tuvieses que morir hoy, ¿estarías preparado para afrontar el juicio de Dios?