¿Periodistas católicos o vendedores de vacunas?
El Consorcio de medios de comunicación católicos “Catholic Fact-checking” recibió ayer un solemne reconocimiento por parte del papa Francisco, quien le concedió una audiencia. Es la consagración de un compromiso sin precedentes para la difusión de las vacunas, pero no podemos dejar de preguntarnos si ésta es la misión de la Iglesia.
Combatir las fake news, pero respetar a las personas. Este es uno de los mensajes lanzados ayer por el papa Francisco en la audiencia reservada a los participantes en el encuentro promovido por el Consorcio Internacional de Medios Católicos "Catholic fact-checking". Va de suyo que las fake news son todos aquellos artículos que ponen en duda el valor salvífico de la vacuna y el proyecto de vacunación masiva. Además, la vacunación masiva, en nombre de la lucha contra la desigualdad -el concepto se repite una vez más en el discurso del papa Francisco-, debe abarcar también a todos los países pobres, donde, sin embargo, el Covid es cualquier cosa menos una emergencia, mientras que las verdaderas enfermedades a combatir son otras.
De todos modos, la audiencia concedida y el texto del discurso del Papa constituyen una clara incitación a las actividades y objetivos de este consorcio, liderado por el sitio web multilingüe Aleteia y al que están asociadas una treintena de publicaciones, algunas italianas, entre ellas el mensuario Madre y otras pequeñas entidades. Pero más que sobre la intervención del Papa, queremos detenernos en la realidad que aborda, el Consorcio "Catholic fact-checking", del que nos ocupamos hace unos días, porque ha recibido fondos de Google -concretamente de Google News Initiative- y utiliza como soporte científico dos institutos que -según una investigación del sitio web Church Militant- han recibido dinero de las fundaciones de Soros y de Bill y Melinda Gates. El sitio web Aleteia, líder del Consorcio, ha reaccionado muy duramente a estas noticias, enlazando -en el sitio web en idioma italiano, pero en forma totalmente incorrecta- a La Nuova Bussola Quotidiana y Church Militant. La desmentida de Aleteia toca de hecho toda una serie de aspectos secundarios contenidos en el artículo de Church Militant, pero no puede desmentir las únicas cuestiones que nos interesan y que hemos retomado en Bussola: los fondos recaudados directamente de Google y la asociación con instituciones financiadas por el dúo Soros&Gates.
Sobre todo, es interesante el apoyo directo de Google, dato que es informado precisamente en el propio sitio web de Catholic Fact-checking, aunque se cuidan de no especificar la cantidad de dinero que han recibido, un tema que también Aleteia evita afrontar en su respuesta, aunque admitiendo que Google News Initiative ha asumido “los costes de desarrollo del Consorcio”. Sin embargo, por la página web de Google sabemos que Catholic Fact-checking compartió un pastel de 3 millones de dólares con otros diez proyectos elegidos por Google entre los 309 que habían participado en el concurso. No exactamente por centavos.
Y de todos modos esta es la cuestión: a estas alturas, el fact-checking es una forma de propaganda que se hace pasar por periodismo de verificación de hechos, y Google está invirtiendo enormes recursos, tanto económicos como tecnológicos, para dirigir la información según los cánones de lo políticamente correcto. Pretender poder salir de estas pistas estando en la nómina de Google es, cuanto menos, ingenuo: como mínimo existe una comunión de propósitos. Además, es evidente que la actividad del Consorcio de medios de comunicación católicos es funcional a los objetivos de Google, y van exactamente en la dirección que Google quiere, es decir, refutar los argumentos de cualquier persona del mundo católico que plantee objeciones a la vacunación masiva. No es casualidad que nunca hayamos visto que se preocupen por las personas que sufren reacciones adversas graves a las vacunas: que nunca hagan surgir preguntas en las personas y desaconsejen el objetivo de “todos vacunados”, llevando agua al molino de los odiados “no vax”. Además, es también una vieja estrategia: cada vez que los Señores del Mundo se proponen un objetivo -control de la natalidad, aborto, eutanasia, género, homosexualidad, ecologismo- financian puntualmente alguna sigla “católica” para vencer posibles resistencias de la Iglesia.
Por otro lado, incluso sin cuestionar la buena fe, es ciertamente poco realista pretender garantizar la verdad científica de informaciones que remiten a un debate en constante evolución, donde hay pocos datos ciertos y los intereses económicos e industriales son enormes. Sólo un ejemplo: quienes escribían hace un año que las personas vacunadas serían en todo caso contagiables y contagiosas eran cubiertos de insultos y tachados de traficantes de fake news; hoy es tan evidente que ya no se puede negar. Hace un año, se puso en la picota a quienes preveían la eficacia limitada de las vacunas y el riesgo de repetir las inoculaciones; ahora vemos cómo terminan las cosas. Y podríamos seguir y seguir. Entonces, ¿cómo puede un medio de información arrogarse el derecho de establecer con seguridad la verdad científica? Pero, sobre todo: ¿es ésta la tarea de la Iglesia?
Y aquí llegamos al punto fundamental: es obvio que una publicación católica debe informar y opinar sobre la pandemia, las vacunas, la gestión de la emergencia, etc. Pero invertir recursos importantes en un proyecto que aglutina el mayor número de publicaciones posibles para llevar a cabo una labor de información generalizada en una única dirección sobre las vacunas (aunque fuera también con la máxima objetividad el discurso cambiaría poco), todo ello con la bendición de la Santa Sede, es algo que da que pensar.
Cabría esperar que las publicaciones católicas se movilizaran de este modo para defender a la Iglesia de las diversas leyendas negras que se han construido a lo largo del tiempo para desprestigiarla, y que han pasado a formar parte del imaginario colectivo; o para promover la circulación de información sobre las comunidades cristianas perseguidas en muchas partes del mundo; o para dar voz a los cristianos de Oriente Medio, donde la presencia católica está reducida al mínimo; o para algún otro objetivo que tenga que ver con la misión de la Iglesia, que es la de la salvación de las almas.
En cambio, se moviliza a la gente y se crea una red con la finalidad de promover las vacunas, incluso despejando el campo de toda preocupación moral vinculada al uso de líneas celulares fetales resultantes de abortos provocados. Hay que decir que esto no es novedad, y es un motivo que vuelve en particular desde hace dos años: la salud ante todo, esa es la línea; una preocupación totalmente terrenal que no implica en absoluto la perspectiva de la vida eterna. Al contrario: el Evangelio, las palabras de fe, son un pretexto para justificar objetivos totalmente terrenales. Y siguiendo este hilo se sigue inevitablemente al poder del mundo. No es una novedad, decíamos, y sin embargo no podemos evitar sentirnos desconcertados y amargados.