Pequeñas o grandes persecuciones
¿Por qué habla este así? (Mc 2,7)
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra. Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «¿Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?». Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —dice al paralítico—: “Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”». Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual». (Mc 2,1-12)
Jesús conoce lo que se esconde en el corazón de sus interlocutores antes incluso de que ellos lo sepan. Para aquellos que, a priori, son contrarios a las enseñanzas de Jesús, las señales cumplidas por Él en apoyo a su misión, en vez de convertir, acaban siendo motivo adicional de rechazo, perseverancia en el error y persecución de Jesús y sus discípulos. Y esto se repetirá hasta el final de la historia humana, por lo que preparémonos para afrontar las persecuciones pequeñas o grandes que la vida nos presente.