San Isidro Labrador por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Obedecer antes de entender

Se preguntaba qué saludo era aquel. (Lc 1,29)

En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». (Lc 1,26-38)

 

Dios, cuando se revela, elige a personas humildes para que no añadan ni quiten nada a lo revelado, prescindiendo de la compresión de las palabras decididas. Así, en el caso de María, las explicaciones que le pide al ángel no son por curiosidad sino para estar segura de haber oído bien. Las respuestas profundizan el misterio y, en resumen, exigen la adhesión de la fe, o sea, de la voluntad de amar a Dios antes de entenderlo. María, ayúdanos a ponernos docilmente en el plan divino del Padre, incluso cuando no lo entendamos.