San Calixto I por Ermes Dovico
FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

No llores

Un gran Profeta ha surgido entre nosotros (Lc 7,16)

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío.

Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.

Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo:
«No llores».

Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:
«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».

El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre.

Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios diciendo:
«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».

Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.

(San Lucas 7,11-17)
 

Este episodio evangélico nos revela el poder de la palabra y la voluntad de Jesús, capaces de vencer incluso el límite más extremo para el hombre: la muerte. Con este milagro, Jesús refuerza nuestra fe en la vida eterna, ofreciéndonos una señal concreta que nos ayuda a encontrar consuelo en el dolor por la pérdida de nuestros seres queridos. Sin embargo, las resurrecciones que Jesús realizó durante su vida terrenal son solo un anticipo de su propia resurrección, que tuvo lugar en Pascua. Él resucitó con un cuerpo glorioso, transformado, ya no sujeto a la corrupción y a la muerte. Si en el pasado algunos profetas también habían devuelto la vida a los muertos, solo Jesús tiene el poder de resucitar por sí mismo, dando así testimonio de su naturaleza divina. ¿Vives tu fe como una respuesta a la victoria de Cristo sobre la muerte, o como un conjunto de reglas y ritos externos? Cuando pierdes a alguien que amas, ¿eres capaz de encontrar consuelo en la esperanza de la vida eterna?