Narcos y terrorismo: La peligrosa amistad entre Irán y América Latina
Irán está muy interesado en América Latina, la zona que se encuentra a pocos kilómetros del “Gran Satán” que representa EE.UU. Irán recibe apoyo de organizaciones terroristas y grupos proiraníes para expandir su influencia ideológica en América Latina. Además, Hezbolá participa en operaciones de recaudación de fondos, propaganda y contrabando.
Irán está muy interesado en América Latina, la zona que se encuentra a pocos kilómetros del “Gran Satán”, los Estados Unidos de América. En junio de 2023, el presidente Ebrahim Raisi realizó una gira por tres naciones latinoamericanas, incluida una situada a sólo 90 millas de la frontera estadounidense. El principal objetivo del viaje era reforzar los lazos estratégicos y económicos de Irán en el hemisferio occidental desafiando abiertamente a Estados Unidos. Durante la visita, que incluyó escalas en Venezuela, Nicaragua y Cuba, el presidente iraní elogió a estos países “por su resistencia a la presión estadounidense y por compartir valores contrarios al orden internacional” basado en principios democráticos.
Durante el viaje, Raisi destacó la evolución de América Latina, antes considerada “el patio trasero de los estadounidenses”, hacia una recuperación de la independencia por parte de cada país. Destacó la creciente “sintonía” entre los iraníes y el pueblo latinoamericano desde la Revolución Islámica de 1979, aludiendo a un espíritu e ideales comunes. Aun así, los esfuerzos iraníes por penetrar en la región no se limitan solo a las relaciones diplomáticas.
Según un estudio realizado por el Instituto Internacional para la Lucha contra el Terrorismo (International Institute for Counter-Terrorism, por sus siglas en inglés, ICT), Irán recibe apoyo de organizaciones terroristas y grupos proiraníes para expandir su influencia ideológica en América Latina. Hezbolá está profundamente implicada en operaciones de recaudación de fondos, propaganda y contrabando, mientras que otras organizaciones como Al-Tajammu desempeñan un papel importante en la expansión de la influencia iraní a través de Internet y las redes sociales. La influencia mediática de Hezbolá queda patente en su poderoso aparato mediático internacional, según informa el think tank español Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET). A través de su canal de televisión al-Manar y otras plataformas como HispanTV y al-Mayadeen, Hezbolá promueve su ideología y los valores de la revolución islámica iraní, llegando a una audiencia internacional, incluido el público latinoamericano. Irán utiliza la “guerra psicológica a gran escala” a través de las redes sociales, los satélites y los medios de comunicación en español para promover los intereses iraníes y atacar a Occidente y América Latina.
Jorge Serrano, miembro del equipo asesor de Irán en la Comisión de Inteligencia del Congreso peruano, destacó el papel clave del Ministerio de Inteligencia iraní (VEVAK) detrás de estas actividades. Con respecto a las ambiciones iraníes en América Latina, ya tratadas en este mismo diario en 2018 en el artículo “Narcos y Yihad, las mentiras sobre el extremismo en Brasil”, actualmente destacan los vínculos entre Irán, sus apoderados Hezbolá y Hamás, y las actividades desestabilizadoras en América Central y del Sur.
En particular, la implicación de Hezbolá en actividades ilegales como el narcotráfico, y los vínculos con organizaciones criminales como el Primeiro Comando da Capital en Brasil, la mayor organización criminal del país, con cerca de 11. 000 miembros, presente principalmente en las zonas de São Paulo y de Triple Frontera: la zona fronteriza entre Argentina, Brasil y Paraguay, identificada desde hace tiempo como centro neurálgico de una amplia gama de actividades delictivas, desde el tráfico de drogas y armas hasta el contrabando de mercancías, el robo de propiedad intelectual, la falsificación de documentos y el blanqueo de capitales.
La zona está reconocida como un importante centro de blanqueo de capitales para apoyar las actividades de la delincuencia organizada y las redes terroristas, con importantes implicaciones financieras y consecuencias para la seguridad regional, generando un volumen de negocios de aproximadamente 43.000 millones de dólares anuales. Las actividades ilegales están documentadas desde hace más de cuarenta años. Y organizaciones terroristas como Hezbolá han encontrado en la Triple Frontera el entorno adecuado donde, gracias a alianzas con organizaciones criminales, pueden contar con acceso a recursos financieros para subvencionar atentados; con independencia del patrocinio estatal; con la posibilidad de construir poder económico compensando la falta de apoyo público; acceso a competencias específicas (blanqueo de dinero, falsificación de documentos); facilitación de movimientos transfronterizos (utilización de rutas de tráfico de seres humanos); y contacto con un amplio abanico de reclutas potenciales que ya pertenecen al mundo de la delincuencia.
Desde su creación en la década de 1980, Hezbolá ha recibido un importante apoyo de Irán, tanto económico como militar. Además de este apoyo, el grupo ha financiado sus actividades mediante diversas actividades ilegales a escala mundial. En América Latina varias investigaciones han revelado fuertes vínculos entre Hezbolá y organizaciones de narcotraficantes como las FARC colombianas y los cárteles mexicanos de Los Zetas y Sinaloa. Estos vínculos han facilitado el intercambio de armas entre Hezbolá y los cárteles mexicanos, así como la enseñanza de técnicas de construcción de túneles similares a las utilizadas entre Líbano e Israel.
Hezbolá ha participado en varias actividades ilícitas, como el contrabando de tabaco, el tráfico de drogas y el comercio ilegal de diamantes procedentes de África Occidental, especialmente de Sierra Leona. En el caso del contrabando de tabaco, la operación antiterrorista estadounidense Smokescreen destapó un negocio que reportaba entre 1,5 y 2,5 millones de dólares, que se invertían en material militar y otras necesidades del grupo. Con el paso de los años también se ha sabido que, a pesar de las actividades criminales de Hezbolá, en 2017 la Administración Obama supuestamente obstruyó las investigaciones sobre la red internacional de narcotráfico del grupo para preservar el acuerdo nuclear iraní.
La investigación conocida como Proyecto Cassandra y llevada a cabo por la Administración para el Control de Drogas (Drug Enforcement Administration, DEA) reveló una vasta red de tráfico de cocaína dirigida por Hezbolá, pero las solicitudes de órdenes de detención de la DEA fueron supuestamente obstruidas o retrasadas para no poner en peligro los acuerdos con Irán. A través de diversas escuchas telefónicas, operaciones encubiertas e informantes, y con la ayuda de otras 30 agencias de inteligencia estadounidenses y extranjeras, la DEA supuestamente descubrió una vasta red de tráfico de cocaína dirigida por Hezbolá que iba desde Sudamérica hasta Europa y Oriente Próximo, así como otras rutas desde Venezuela y México hasta Estados Unidos.
Sin embargo, tras el Acuerdo Nuclear con Irán del 17 de enero de 2016, la Administración Obama obstaculizó la continuación de las investigaciones y acciones contra Hezbolá para no poner en peligro las relaciones con Irán. Los esfuerzos del Proyecto Cassandra se fueron deslegitimando gradualmente, y los agentes de la DEA encontraron resistencia y retrasos en las solicitudes de autorizaciones para investigaciones, enjuiciamientos y detenciones. Esto ha impedido el bloqueo de las actividades terroristas libanesas, lo que demuestra una restricción deliberada de las acciones de investigación contra Hezbolá por parte de la Administración Obama.
Según las investigaciones de la DEA, Hezbolá adquiría drogas sintéticas a los cárteles mexicanos de la droga para venderlas inicialmente sobre todo en Oriente Medio -donde una vez aprendidos los procesos químicos montó numerosos laboratorios para la producción de anfetaminas- con el fin de financiar sus operaciones y su economía, encontrando también en el régimen de Assad un socio y aliado en el tráfico y producción de estupefacientes. En particular, de pastillas psicoestimulantes de fenetilina, un compuesto derivado de la duplicación molecular entre la metanfetamina y la cafeína, conocido como Captagon, Biocaptagon y Fitton, pastillas conocidas también como “Capitán Coraje”, Abu Hilalain (Padre de las Dos Medialunas, n.d.r.) por las dos letras C (inicial de Captagon) grabadas en las pastillas, “cocaína de los pobres” y “la droga de la yihad”, debido a su uso generalizado por los combatientes en Siria, incluido el ISIS. Las analistas Carmit Valensi y Orna Mizrahi, del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS), explican que Siria se ha convertido en un narcoestado para el que los ingresos de la droga son una de las principales fuentes de ingresos: en 2022, las exportaciones de droga desde Siria rondaban los 25.000-30.000 millones de dólares; en cambio, los ingresos anuales de las exportaciones legales son de unos 800 millones de dólares (téngase en cuenta que la producción de una pastilla cuesta como máximo 3 céntimos de dólar).
En algunos casos, las drogas se transportan a través de Siria y, en otros, por puertos y aeropuertos libaneses. Según el Centro de Investigación y Análisis Operativos (Coar), una consultora con sede en Chipre, en 2020 las autoridades de varios países se incautaron de drogas sirias con un valor en la calle de no menos de 3.400 millones de dólares. Hezbolá ha construido pacientemente una red global de actividades financieras ilícitas y complots terroristas, golpeando repetidamente objetivos en Occidente y otras zonas en colaboración con el Estado iraní.
La especial preocupación por América Latina viene motivada por el hecho de que muchos países de la región no consideran a Hezbolá una organización terrorista, lo que limita la actuación de las autoridades locales. El apoyo abierto de regímenes autoritarios locales alineados con Teherán, como la Venezuela de Nicolás Maduro, ha convertido esta zona en una base de operaciones avanzada para Irán. Los frentes de Hezbolá e Irán se mezclan con el activismo radical propalestino, obteniendo acceso a líderes políticos y cobertura para sus actividades. La asociación de Hezbolá con el crimen organizado desde hace ya tiempo proporciona amplios vínculos con sindicatos criminales locales, facilitando el acceso a armas, explosivos y funcionarios públicos corruptos. Sin embargo, calificar a este partido de Dios como organización terrorista, sin distinción entre “ala política” y “ala militar”, sigue costando mucho trabajo.