Müller: «El Sínodo, un paso hacia la protestantización»
Con la entrada de los laicos en el Sínodo de los Obispos, la estructura jerárquica de la Iglesia fue atacada y bajo el pretexto del clericalismo el sacerdocio ministerial fue destruido. Y mientras la agenda LGBT avanza... El cardenal Müller, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, habla con la Brújula.
«Se han perdido los criterios de la eclesiología católica, (...) no se dice abiertamente pero el camino tomado es el de la protestantización». Es decididamente preocupante la valoración que hace el cardenal Gerard L. Müller del Sínodo sobre la sinodalidad recientemente concluido. Nos reunimos con el prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe al margen del Rome Life Forum, un evento de dos días organizado por LifeSiteNews, del que fue orador. E incluso desde el escenario, el cardenal Müller advirtió que es pura ilusión pensar en «modernizar la verdad del Evangelio con la ayuda de filosofías relativistas o de antropologías ideológicamente corruptas. Basta mirar las realidades locales donde prevalece esta teología progresista: seminarios vacíos, desaparición de la vida monástica, abandono de los fieles. Por ejemplo, en Alemania se han perdido 13 millones de católicos en 50 años, pasando de 33 millones en 1968 a 20 millones en 2023».
Y a la Brújula reitera: «Con este Sínodo se quiso cambiar la estructura jerárquica de la Iglesia, se toma como modelo la iglesia anglicana o protestante, pero lo que vemos es que la sinodalidad destruye la colegialidad».
Su Eminencia, ¿qué quiere decir con cambio en la estructura de la Iglesia?
Simplemente que cuando el Papa llamó a los laicos cambió la naturaleza del Sínodo, que en cambio nació como expresión de la colegialidad de todos los obispos con el Papa. No es sólo el Papa quien gobierna la Iglesia, como algunos aduladores del Papa Francisco quisieran hoy, pero los obispos locales también tienen responsabilidades con toda la Iglesia. Por este motivo Pablo VI, actuando el Concilio Vaticano II, instituyó el Sínodo.
Podría parecer una simple reforma para potenciar el papel de los laicos...
... En realidad, se ignora el sacramento del orden, que no es sólo una función de servicio, sino una institución directa y especial de Jesucristo. Él estableció la Iglesia con su jerarquía. Apelar al sacerdocio universal, de todos los creyentes, es en este caso una manera de negar esta estructura deseada por Cristo. Todos los fieles recibieron el Espíritu Santo, pero los obispos recibieron la consagración para gobernar y santificar la Iglesia. Si se quiere hablar con los laicos, muy bien, existen otras herramientas, por ejemplo, la Comisión Teológica Internacional. O se pueden crear otras instituciones ad hoc, no hay problema, pero el Sínodo tiene una naturaleza diferente y el Papa no puede cambiar la estructura sacramental de la Iglesia. No se puede otorgar autoridad episcopal a alguien que no es obispo.
¿Es por eso por lo que usted también criticó la disposición de que los obispos no usen el talar fileteado durante los trabajos del Sínodo?
La cuestión del vestido puede parecer un detalle insignificante, pero indica la posición que decía antes. La comodidad no es un criterio: cuando voy a una boda no voy vestido como en la playa, sería más cómodo, pero no apropiado para la ocasión. Un sínodo, como un concilio, es una liturgia, una veneración de Dios, no es una asamblea cualquiera. Así que incluso el vestido dice en qué se ha convertido el sínodo: en mera chachara.
Por cierto, dado que el tema era la sinodalidad, ¿de qué se habló realmente?
En realidad, después de muchas discusiones nadie sabe qué es la sinodalidad. Se habló de muchas cosas, en las mesas estaban los “facilitadores” que día a día daban los temas haciendo preguntas, pero también el debate fue muy rígido, hubo tiempo limitado para las intervenciones (tres minutos) y todo quedó grabado. Cada uno de los participantes tenía un monitor delante y cada intervención quedó grabada, incluso en vídeo. Luego de este continuo “debemos escucharnos”, nadie quería hacer el papel de “perturbador”, en definitiva, se produjo una domesticación. E incluso durante la plenaria, muchos obispos se sintieron decepcionados, se quejaron del bajo nivel de las intervenciones; y además no se pueden abordar cuestiones teológicas con las emociones.
¿Puede dar un ejemplo?
Llegó un testimonio, una mujer habla de una persona cercana a ella que se suicidó porque era bisexual, y dice que el párroco la había condenado por su bisexualidad. E inmediatamente después viene la otra intervención: es la demostración de que la Iglesia debe cambiar la doctrina. En definitiva, al final la culpa es de la doctrina de la Iglesia, es decir, de Dios que creó al hombre y a la mujer. ¿Cómo se hace para afrontar los temas así? Ahora los LGBT se erigen en auténticos intérpretes de la Palabra de Dios, pero transmiten una antropología perversa y falsa: no se interesan por las personas individuales, por su salvación, sino que explotan a las personas con problemas para afirmar su ideología. Quieren destruir la familia y el matrimonio.
En este sentido, usted ya ha declarado que al final este Sínodo sólo quería promover la agenda LGBT y el diaconado femenino. ¿Qué le dio esta impresión?
Porque sobre esto se ha dicho mucho y muy poco sobre los temas esenciales de la fe, es decir, sobre la encarnación, la salvación, la redención, la justificación, el pecado, la gracia, la naturaleza humana, la finalidad última del hombre, la dimensión trinitaria y eucarística de la Iglesia, las vocaciones, la educación. Estos son los verdaderos desafíos, así como la propagación de una gran violencia, por parte de quienes la justifican en nombre de Dios, como los fundamentalistas musulmanes. De esto nada, en cambio muchas intervenciones sobre la homosexualidad, y todas unilaterales.
Después de todo, basta con mirar a los invitados...
Exacto, ¿por qué no se invitó a personas que eran homosexuales practicantes y luego redescubrieron su heterosexualidad?, que escribieron libros sobre su experiencia, como Daniel Mattson, por ejemplo (autor de “Perché non mi definisco gay. Come mi sono riappropriato della mia realtà sessuale e ho trovato la pace”, Cantagalli 2018, ed.). El padre James Martin estaba allí, sólo estaba allí para hacer propaganda. Nunca habló de gracia y de salvación para estas personas, sólo que “la Iglesia debe aceptar, la Iglesia debe..., debe..., debe...”. Pero ¿cómo puede la Esposa de Cristo ser objeto de nuestras invectivas? No es la Iglesia la que debe cambiar, sino que somos nosotros los que debemos convertirnos.
También causó cierto revuelo el hecho de que durante el Sínodo el Papa Francisco recibiera y elogiara a sor Jeannine Gramick, fundadora de un movimiento LGBT “católico” en Estados Unidos, condenado en su momento por Juan Pablo II y Benedicto XVI.
El cardenal Hollerich (relator general del Sínodo, ed.) dijo que la homosexualidad no fue el tema del sínodo, pero luego se habló de ello e incluso se hicieron gestos evidentes, como éste. Y el Papa siempre se presenta con estas personas. La justificación es pastoral, pero ¿se favorece así la pastoral de estas personas o se acepta esta condición como expresión legítima de la naturaleza humana y de la fe cristiana? La cuestión queda abierta, pero claramente se favorece una cierta interpretación.
Hablando de sexualidad, ¿en el Sínodo se abordó el tema de los abusos? ¿Hubo ecos del escándalo Rupnik?
Nadie ha tenido el valor de abordar realmente este tema, sólo ha sido utilizado como pretexto para atacar al clero. Todo es culpa del clericalismo, pero al final la culpa es de Jesucristo que estableció el apostolado. El clero es el grupo de todos los obispos, sacerdotes y diáconos. No es su existencia la causa del abuso, sino el hecho de que algunas personas no respeten el sexto mandamiento. Pero esto no se quiere decir, nunca se habla del pecado contra el sexto mandamiento, se encuentran otras excusas. En cuanto a la bendición de las parejas homosexuales: se dice que debe evitarse la confusión con el sacramento del matrimonio. Pero este no es el tema. El tema es que los actos homosexuales y extramatrimoniales son pecado mortal y, por tanto, no pueden ser bendecidos. La confusión no tiene nada que ver, siempre se intenta desviar el punto.
¿Cree entonces que la acusación de clericalismo es un pretexto para atacar a los sacerdotes como tales?
De hecho, incluso en el Sínodo siempre se hablaba mal de los sacerdotes y el Papa también lo hizo. Si hay algunas buenas palabras en el documento final, es obra de los redactores porque muchos se quejaron. Pero el tono general del Sínodo fue muy negativo. Se hace una caricatura del sacerdocio católico, como si fuera una casta en contraste con los laicos. En realidad, somos una sola comunión, pero con una especificidad porque no todos han recibido esta potestas sacra. Aquí está la diferencia con el protestantismo, ellos niegan esta diferencia esencial con el sacerdocio universal de los fieles, Lutero dice que el sacramento del orden no existe, que es un instrumento del diablo. No es posible llegar a un acuerdo sobre este punto. Y en cambio en la Iglesia se intenta minimizar el sacerdocio ministerial, hablando siempre negativamente de los sacerdotes: abusadores, que someten a las mujeres, que azotan a los pecadores en el confesionario, siempre negativo. Pobres sacerdotes de hoy, atacados por todos lados, parece que las vocaciones molestan. ¿Dónde está la pastoral vocacional? Es Jesús quien llama, no el Papa; los sacerdotes pertenecen a Jesús, no al Papa y este ejemplo también repercute en muchos obispos que aprenden de esto y gobiernan contra los sacerdotes en sus diócesis.
En definitiva, desde el planteamiento del Sínodo hasta la forma de hablar de los sacerdotes, parece que el ideal hacia el que queremos avanzar es el protestantismo.
No lo expresan así, pero al final se llega a este punto.
Müller: “Ni siquiera el Papa puede decidir bendecir a las parejas homosexuales”
“La bendición de parejas homosexuales es una herejía. Los obispos belgas no pueden legitimarlas remitiéndose a supuestas declaraciones del Papa. Aunque lo hubiera dicho, no es de su competencia cambiar la Revelación”. “El objetivo del Camino Sinodal alemán es convertirse en la locomotora de la Iglesia universal”. “Ir en contra del rito antiguo es absurdo”. “La Curia Romana no es el Estado Vaticano, su secularización es un error teológico”. De todo esto ha hablado el cardenal Müller con la Brújula Cotidiana.
Burke: «La sinodalidad contradice la verdadera identidad de la Iglesia»
«El Sínodo que hoy se abre esconde una agenda más política que eclesial y divina. Es clara la voluntad de modificar la constitución jerárquica de la Iglesia, con el consiguiente debilitamiento de la enseñanza en materia moral. El mismo proceso utilizado en Alemania».