Monseñor Kocsis: “La fe es nuestra verdadera arma contra el coronavirus”
Monseñor Fülöp Kocsis, arzobispo metropolitano de la Iglesia Nacional Greco-Católica, cuenta a la Brújula Cotidiana cómo el pueblo húngaro está superando la pandemia del coronavirus también gracias a una buena gestión del Gobierno. Pero también de cómo los católicos tienen una visión que va más allá: “¿Se puede considerar la pandemia como un don? Sí, con los ojos de la fe. También porque nos enseña mucho”.
Hungría ha demostrado ser capaz de contener la propagación del coronavirus gracias a lo que el periódico italiano Il Sole 24 Ore ha definido como “intervenciones oportunas y a menudo menos rígidas que las adoptadas en Occidente”. Pero en estos meses también se ha hablado del país de Europa del Este principalmente para criticar - o defender - la decisión del Parlamento de Budapest de confiar al Primer Ministro poderes extraordinarios, como la autorización de suspender las elecciones y las leyes en vigor hasta el final de la emergencia.
La Brújula Cotidiana le ha pedido monseñor Fülöp Kocsis, arzobispo metropolitano de la Iglesia greco-católica húngara, que cuente a nuestros lectores cómo el pueblo magiar, y en particular la comunidad católica de rito bizantino, ha vivido los momentos más dramáticos de la pandemia.
Monseñor Kocsis, usted dijo que si “para los que no creen en Dios esta epidemia es sólo un fenómeno físico, para una persona religiosa dicha situación puede empujar la puerta de la conciencia para darse cuenta de que debe cambiar de vida”. ¿Cuál es la forma más correcta de interpretar lo que nos ha sucedido a la luz de la fe?
La fe nos alivia de la intensidad de la caótica vida diaria. Es decir, no deja que nos ahoguemos en dificultades, no deja que las olas nos abrumen, sino que nos alivia de los problemas y nos ayuda a ver más claramente. Porque a través de la fe me aferro a Aquel que observa todo desde arriba. En esta situación es Dios mismo quien me eleva, me atrae hacia sí, me sienta a su lado y me da su divina e infinita paz. El pánico es la actitud de la incredulidad: una vez que pierdo la esperanza me ahogo en todo lo que me rodea. ¿Se puede considerar la pandemia como un don? Sí, con los ojos de la fe. También porque nos enseña mucho.
En la archidiócesis de Hajdúdorog ha decidido dejar las puertas de las iglesias abiertas. ¿Qué ha sentido viendo imágenes como por ejemplo España e Italia, donde la policía ha interrumpido Misas y ha multado a los fieles que iban a la iglesia para rezar? ¿Han tenido escenas similares en Hungría?
Gracias a Dios, en Hungría no ha sucedido nada de este tipo. En cuanto a las iglesias, al principio fueron nuestros hermanos protestantes los que las cerraron. Luego los obispos católicos, uno tras otro, dieron sus instrucciones. En este proceso nosotros, los greco-católicos, hemos sido los últimos en tomar la decisión de cerrar las iglesias. La Conferencia Episcopal de Hungría decidió dejar a los obispos diocesanos individuales (jerarcas de las eparquías) actuar según su propia voluntad. Yo, por el contrario, era incapaz de convencerme a mí mismo de cerrar las iglesias. Con el tiempo me vi obligado a hacerlo con las greco-católicas de Budapest. Al principio sólo nuestras iglesias permanecían abiertas en ese momento y los fieles católicos de rito latino comenzaron a asistir a las iglesias greco-católicas. Somos relativamente pocos en la capital, sólo el 1-2% de la población local. Si todos los que querían asistir a la Santa Misa comenzaban a asistir a nuestras celebraciones, existía el riesgo de que se formaran multitudes en nuestras pequeñas iglesias. Por lo tanto, nos vimos obligados a elegir las transmisiones en línea. En otras partes de Hungría las iglesias permanecieron abiertas y aconsejamos a los fieles que se quedaran en casa. Algunos han obedecido, otros no. Aprecio ambos comportamientos. Nadie ha sido expulsado por la fuerza. Para nosotros, los cristianos orientales, la iglesia es muy importante, no podemos vivir sin ella. La iglesia no es sólo un lugar de reunión de personas, es el arquetipo terrenal del Reino de Dios. No puedo cerrar el Reino de Dios. Debo añadir que las disposiciones gubernamentales han hecho posible que podamos ir a la iglesia.
¿Cuáles han sido las consecuencias de las medidas anticoronavirus para las celebraciones litúrgicas de los greco-católicos? ¿Ha sido más penalizado que los católicos de rito romano?
No ha sido fácil encontrar la solución correcta. También porque la “solución correcta” ni siquiera existía, sólo había la solución peor y la menos mala. Nos hemos visto obligados a suspender nuestra tradicional costumbre de “besar” los iconos. Para nosotros este gesto es muy importante, estamos muy interesados en expresar nuestro amor por Dios y los santos también físicamente. La otra dificultad importante, que es parte integral de nuestro rito oriental, es la comunión bajo las dos especies. Según nuestra tradición, la Sagrada Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, es distribuida desde el cáliz con una cuchara litúrgica de oro por el sacerdote. Habiendo considerado el hecho de que el uso de una sola cuchara para la comunión de todos podría ser una fuente de contagio, compramos un gran número de cucharas para cada una de nuestras parroquias, y las esterilizamos después de cada liturgia. Gracias a Dios no ha habido ningún problema causado por esta práctica.
¿Qué indicaciones dio la Iglesia greco-católica a los fieles húngaros? En Italia, por ejemplo, ha sido polémico un documento con el que los técnicos del Gobierno exigían a los sacerdotes el uso de guantes para la distribución de la Eucaristía.
Como ya he dicho, los decretos estatales subrayan explícitamente que no hay intención de intervenir en asuntos de la práctica eclesiástica. Este aspecto también está contemplado en la Constitución aprobada en 2011. Obviamente, entonces nadie hubiera pensado que ese principio también podría referirse a casos de pandemia como éste.
En Italia se ha hablado mucho de los poderes de emergencia concedidos temporalmente - y revocados después de dos meses y medio - al primer ministro húngaro Orbán para gestionar la epidemia y hay quienes han llegado incluso a pedir la expulsión de Hungría de la UE. ¿Cómo vivieron los húngaros las críticas de los políticos y periódicos europeos sobre la ley especial votada el 30 de marzo pasado por su Parlamento?
He oído hablar de ello yo también. Se ha acusado al Parlamento húngaro y a Viktor Orbán de utilizar la situación de la epidemia para hacerse con plenos poderes. Esta acusación es completamente infundada. Al principio, el Primer Ministro anunció el establecimiento de, si recuerdo bien, diez comités. Formularon las prescripciones necesarias y supervisaron su aplicación. Entre ellas también estaba la necesidad de garantizar en la medida de lo posible las necesidades espirituales del pueblo y al mismo tiempo instar a la plena conciencia de la gravedad de la pandemia. La epidemia en Hungría se ha cobrado relativamente pocas víctimas y ha tenido pocas consecuencias negativas. Supongo que esto también ha sido posible gracias a las cuidadosas prescripciones y a la forma en que han sido administradas.
En su opinión, ¿tiene el Gobierno húngaro, y el Parlamento que ha votado a su favor, derecho a no querer ratificar el Convenio de Estambul? Si es así, ¿por qué?
Confieso que yo también hice campaña contra la firma de ese Convenio que considero vergonzoso. Para quienes lo conocen bien, es evidente que el Convenio no es más que una propaganda oculta destinada a promover las teorías de género. La parte del documento que describe la protección y los derechos de la mujer ya está incluida en la Ley Fundamental de Hungría.
En Hungría, se ha prestado gran atención a las personas mayores y se ha creado un “escudo” familiar a su alrededor. Este enfoque es diferente del registrado en otras partes de Europa, donde un grandísimo número de muertes se han producido en hogares de ancianos. ¿Cómo se lo explica?
Por un lado, también lo atribuyo a la disciplina, a las disposiciones gubernamentales adecuadas y al respeto hacia éstas. Pero además de todo eso, hay otro aspecto interesante: las personas mayores que viven en familias, rodeadas de niños, tienen un sistema inmunológico más fuerte. Esto también se debe a que los niños llevan a casa y a la familia infecciones tanto pequeñas como más grandes, lo que generalmente hace que el cuerpo de los abuelos sea más fuerte y saludable una vez que han sido superadas. Sin mencionar su estado mental y espiritual, que es mucho más alegre, más seguro que el de las personas mayores que están rodeadas sólo por sus propios compañeros. El Gobierno actual es cristiano y está reconstruyendo la imagen correcta de la familia.