Max, el niño ahogado que Jesús sostuvo en sus brazos
Recientemente hemos conocido la historia de un niño de dos años y medio que tuvo una extraordinaria experiencia cercana a la muerte y que actualmente asegura: “Jesús sostiene a todos los niños que caen al agua”.
Una luz al final de un túnel, experiencias extracorporales, sentimientos indescriptibles de alegría y de paz... Según numerosos relatos de personas que afirman haber vislumbrado el más allá y haber regresado milagrosamente para contarlo, esto es lo que hay más allá del umbral de la vida en ese enigmático reino de las experiencias cercanas a la muerte (ECM).
Pero la historia de Max McKee y su familia es más que extraordinaria: Max tenía dos años y medio cuando -justo hace cuatro años- sufrió un accidente por ahogamiento que lo llevó muy cerca de la muerte. Al día siguiente se despertó con un recuerdo milagroso: haber sido “acunado” por Jesús tras caer al agua. Luego de ser dado de alta, Max preguntó a sus padres por qué Jesús tenía “heridas y rasguños en las manos y los pies”. Dada su tierna edad y su inocencia, esta pregunta fue para los padres la prueba de que su hijo había tenido realmente una experiencia mística: un encuentro personal con Jesús. Y hace poco decidieron hacer pública esta particular experiencia para que el mayor número posible de personas pudiera conocer lo sucedido y encontrar esperanza en su testimonio.
Max, el menor de los dos hijos de Brandon y Courtney McKee, fue encontrado inconsciente el 11 de julio de 2019 en el fondo de la piscina de su abuela. Brandon y Courtney habían dejado allí a los niños durante unas cortas vacaciones. Courtney, una enfermera registrada, explicó más tarde: “Mi madre tiene una gran granja con piscina y Max y su hermano mayor, Brody, solo querían pasar unos días con ella mientras ambos trabajábamos”.
Max aún estaba aprendiendo a nadar y llevaba flotadores inflables en la piscina. Aquella calurosa tarde, cuando salió de la piscina para jugar en el jardín, su abuela recuerda que le ayudó a quitarse los flotadores. Pero en algún momento volvió a la piscina, probablemente para llenar el cubo de agua, y se cayó en ella. Nadie sabe exactamente cuánto tiempo estuvo allí abajo, pero el suficiente para que la cuñada de Courtney lo encontrara sin vida en el fondo.
Courtney comprendió de inmediato que algo grave había ocurrido cuando recibió una llamada de teléfono en el trabajo con sirenas sonando de fondo. Aunque Max estaba inconsciente, el personal de la ambulancia lo reanimó y lo trasladó rápidamente al Rapides Regional Medical Center de Luisiana, donde los médicos comprobaron que tenía los pulmones hinchados y llenos de líquido. Ingresado en la unidad de cuidados intensivos pediátricos del hospital, nadie podía predecir si Max se recuperaría o si el accidente le causaría daños cerebrales permanentes. Courtney y Brandon empezaron a rezar por la recuperación de su hijo y se pusieron en contacto con familiares y amigos en busca de apoyo.
Cuando se corrió la voz, cientos de personas de su iglesia protestante y de la comunidad empezaron a rezar por Max. “Vino nuestro pastor”, cuenta Courtney, “y muchos amigos empezaron una cadena de oración alrededor de su cama”. A la mañana siguiente, “Max daba señales de volver a ser Max”.
Y unos días después, ya de vuelta en casa, Max empezó a hablar de su experiencia cercana a la muerte: “Cuando estaba en la piscina, no tenía miedo, cuando estaba en la piscina Jesús me sostenía”. Luego le ha preguntado: “¿Por qué tienes heridas y rasguños en las manos y los pies?”. “Nos quedamos de piedra”, recuerda Courtney. “Nunca le habíamos hablado de las manos y los pies de Dios, nunca. La forma en que describió a Jesús fue sencillamente asombrosa”.
La singularidad de su edad y su descripción de Jesús sin conocimientos previos hicieron que la historia de Max fuera absolutamente creíble. Al principio, los padres contaron su historia a su iglesia y a la comunidad local. Pero los mensajes que recibieron con el tiempo de tantas otras familias que habían perdido trágicamente a un hijo y que habían encontrado consuelo y paz en la historia de Max, les convencieron para compartir esta historia en cualquier parte del mundo a través de Internet.
Así que hace unos meses empezaron a aceptar entrevistas de varios sitios web de medios de comunicación internacionales. “Más que nada, lo que quiero es que la gente sepa que hay poder en la oración, que Dios existe”, afirma Courtney. Curiosamente, la gran mayoría de las personas que han tenido una experiencia cercana a la muerte han tenido la misma creencia. De hecho, cada vez se investiga más sobre las ECM y las revistas científicas han publicado varios artículos sobre el tema. Un estudio reciente, en el que se estudiaron los casos de personas de 35 países diferentes, descubrió que una de cada diez personas declara haber tenido una ECM y la mayoría de ellas afirma que esta experiencia dio a sus vidas un propósito renovado, incluido un sentido de misión.
Dos años después de su accidente, Max McKee, en colaboración con la artista Anna Dieter Rachal, hizo un dibujo en el que aparecía en brazos de Jesús en la piscina. “Somos Jesús y yo, y Jesús me abraza como lo hacía en aquella piscina”, dijo. Y cuando su madre colgó aquel dibujo en la pared de la nevera, Max recordó de repente otro detalle de aquella experiencia que aún no les había relatado: “Mamá, Jesús está abrazando a todos los niños que caen al agua”. Y es que nadie se queda solo cuando lo necesita.