Mascarillas, muestras y distanciamiento social
Vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos (Lc 17,12)
Una vez, yendo camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado». (Lc 17,11-19)
Los leprosos del Evangelio observan el distanciamiento social con Jesús y Él los cura, pero cuando uno de ellos vuelve atrás, incluso sin haberse sacado una muestra, se postra a los pies de Jesús para darle las gracias. ¿Por qué los otros nueve no vuelven para darle las gracias a su Salvador? A lo mejor consideran que el cuerpo es más importante que el alma, y que la curación del cuerpo es más importante que la del alma. Pero la cuestión es que nadie, salvo Él, puede salvar. Es Jesús el salvador del cuerpo y del alma. Una mascarilla tal vez no nos salve el cuerpo, pero lo que es seguro es que no sirve de nada para la salvación del alma.