Santo Tomás por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Más miserable que san Francisco

Allanad el camino del Señor. (Jn 1,23)

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando. (Jn 1,6-8. 19-28)


San Juan Bautista predicó la penitencia. De hecho, ante todo no debemos sentirnos iguales a Dios: nada de lo que hagamos puede compensar lo que Él hace por nosotros. Solo reconociéndonos como sus deudores podremos pedirle perdón con humildad y sinceridad. De esta manera, todas las virtudes mejorarán en nosotros, sin que por esto nos sintamos mejores que los demás. San Francisco decía que si Dios encontraba a alguien más miserable que él, lo elegiría para probar mejor Su poder.