San Columbano por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Los sanos por los enfermos

Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro. (Mc 2, 3)

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra. Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «¿Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?». Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —dice al paralítico—: “Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”». Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual». (Mc 2, 1-12)

 

El paralítico, cuyos pecados perdona el Señor antes de sanarle de la enfermedad, representa a cada hombre y a cada cristiano que no puede alcanzar sólo a Jesús. Los que le ayudan, llevándole en la camilla y bajándole a través del techo de la casa en la que se encuentra Jesús, recuerdan a la Iglesia, cuyos miembros, de momento sanos, se hacen cargo misericordiosamente de los miembros enfermos, en espíritu y alma. Jesús admira su fe y, por esta razón, le perdona al enfermo sus pecados y le cura. No nos olvidemos nunca de interceder con Jesús por las necesidades de los demás.