San Juan de Ávila por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Los riesgos de la democracia

Y él le ordenó no comunicarlo a nadie. (Lc 5, 14)

Sucedió que, estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús, cayendo sobre su rostro, le suplicó diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Y extendiendo la mano, lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio». Y enseguida la lepra se le quitó. Y él le ordenó no comunicarlo a nadie; y le dijo: «Ve, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación según mandó Moisés, para que les sirva de testimonio». Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírlo y a que los curara de sus enfermedades. Él, por su parte, solía retirarse a despoblado y se entregaba a la oración (Lc 5, 12-16)


Muchos tienden a confundir la felicidad con la satisfacción de los propios instintos. Quienquiera que prometa la satisfacción completa de tales instintos en un régimen democrático obtiene facilmente los votos necesarios para acceder a los vértices del poder. Muchos están dispuestos a someterse a él, sin preguntarse si tal poder actúa según la voluntad de Dios. Jesús hace exactamente lo opuesto: antes de realizar un milagro de naturaleza material, a menudo pide previamente un acto de fe. Jesús, que no quiere la sumisión que se obtiene por necesidad, sino la obediencia deseada a través de la experiencia de Su amor, cuando realiza un milagro pide primero la fe y, después, a quien se ha beneficiado, el silencio, retirándose inmediatamente a un lugar solitario. Para Él, el poder es un servicio. Tomemos ejemplo del divino Maestro y preguntémonos siempre si aquello que deseamos es conforme a la verdad, al bien y a la belleza; no según nosotros, sino según Dios.