Las sorpresas del Espíritu Santo
Lo que nace del Espíritu es espíritu. (Jn 3,6)
Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él». Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios». Nicodemo le pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?». Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. 7No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; 8el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu». (Jn 3,1-8)
Dios siempre nos sorprende porque su lógica no es la nuestra. El discípulo debe, por lo tanto, estar siempre listo para acoger dócilmente los reclamos del Espíritu Santo, para que la voluntad de Dios sea cada vez más clara para nosotros. Acerquémonos más a menudo a los sacramentos, de manera que no nos falte la ayuda necesaria para vivir santamente nuestra cotidianidad.