Las puertas del Paraíso
Conmigo lo hicisteis. (Mt 25,40)
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”». (Mt 25,31-40)
Las obras de misericordia corporal de las que habla el Evangelio, pero también las espirituales que nos enseña la Iglesia, son fruto de la fe en Jesús, Dios verdadero y hombre verdadero. Agradecidos al Dios que se ha hecho hombre, debemos ponerlo por encima de todo y demostrar nuestra fe en Él amando y ayudando a las personas de nuestro entorno. Solo así, un día, se nos abrirán las puertas del Paraíso también a nosotros.