Las decisiones cotidianas
Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. (Lc 13,24)
Y pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén. Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”. Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos». (Lc 13,22-30)
Para agradar a Dios es necesario, pero no suficiente, rezarle o ir a Misa, pero también es imprescindible hacer su voluntad. Una fe únicamente intelectual o espiritual, pero sin el compromiso de ponerla en práctica en la vida cotidiana, no es suficiente para la salvación. Esforcémonos, pues, por recordar la Palabra de Dios en todas las decisiones que afrontamos a diario, aunque ello suponga un esfuerzo y el rechazo del mundo. ¿Te interesa más lo que la gente piensa de ti o lo que piensa Dios? Responde sinceramente.