La visita del Papa Francisco, una esperanza para Irak
Del 5 al 8 de marzo el Papa Francisco estará en Irak, salvo impedimentos de última hora. Llega a un país todavía rehén de los conflictos internos e internacionales, y con una comunidad cristiana diezmada y perseguida. El Papa no tiene una varita mágica, pero de él esperamos una palabra de verdad y justicia que tenga la fuerza de la Palabra de Dios; un grito que llame a los opresores a la conversión.
En el momento en que los pies del mensajero de la paz, el Papa Francisco, toquen el suelo de Mesopotamia, se iniciará un acontecimiento histórico, se realizará por fin un sueño y comenzará una nueva primavera.
No es ningún secreto que, tras muchos años de guerras sangrientas y conflictos interminables, el Irak actual está sumido en varias crisis y desastres, divisiones étnicas y religiosas, persecuciones y correcciones. Irak carece de derechos humanos y de libertad religiosa, carece de trabajo y de paz. La propia autoridad iraquí carece de libertad, dado que es rehén tanto de las milicias internas, como de las fuerzas regionales e internacionales, empezando por vecinos como Irán, Arabia Saudí y Turquía.
El Papa Francisco estará en este Iraq dentro de unos días. Y cabe preguntarse: ¿Qué sentido puede tener esta visita en estos duros y resignados tiempos de conflicto y pandemia? ¿Qué puede cambiar la primera visita de un Sumo Pontífice a Irak?
Todos sabemos que el Santo Padre no tiene una varita mágica, y no tiene poderes militares ni ejércitos. Lo único que tiene es una palabra. Pero, ¡no es una palabra cualquiera! Es una palabra de verdad y de justicia, una palabra evangélica, una palabra de solidaridad con los oprimidos y de condena contra los opresores, una palabra que invita a los criminales y a los dirigentes políticos, militares y religiosos a la penitencia y a la conversión, una palabra que adquiere su extraordinaria fuerza nutriéndose de la Palabra de Dios: “Porque la palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las articulaciones y los tuétanos, y discierne los sentimientos y los pensamientos del corazón” (Heb 4,12).
El pueblo iraquí y todos los hombres de buena voluntad no quieren que la primera visita de un Sumo Pontífice a una tierra conocida como la Cuna de la Civilización sea aprovechada por las autoridades –políticas y religiosas- y utilizada como una excelente carta para continuar con su estrategia egoísta que no ha producido más que conflictos, guerras, sangre, pobreza y miseria.
El pueblo iraquí y todos los hombres de buena voluntad quieren que la primera visita de un Sumo Pontífice a Mesopotamia sea un grito como el del santo Papa Juan Pablo II contra la mafia en su país, diciendo con claridad, rabia y extraordinaria fuerza: “Este pueblo, el pueblo siciliano, tan apegado a la vida, un pueblo que ama la vida, que da la vida, no puede vivir siempre bajo la presión de una civilización opuesta, una civilización de muerte. ¡Aquí necesitamos una civilización de la vida! En nombre de este Cristo crucificado y resucitado, de este Cristo que es la vida, el camino, la verdad y la vida, le digo a los responsables: ¡Convertíos! ¡Llegará el juicio de Dios!”. (Homilía de Juan Pablo II, Agrigento - domingo 9 de mayo de 1993).
El Cardenal Filoni –que fue Nuncio Apostólico en Irak durante la última invasión americana en 2003- resumió la historia y la situación actual de Irak con unas palabras poéticas y proféticas muy hermosas, diciendo: “La historia de esta tierra es un entramado de personas y acontecimientos. Y la historia de hoy no es ajena a la de ayer. Algunos aspectos parecen repetirse: las invasiones de Mesopotamia, las terribles guerras que la han llenado de sangre, los despotismos que la han devastado, la codicia que la ha devorado. Grandezas y miserias, destrucciones y saqueos, secuestros y rescates, el amor y la muerte: ¡todo esto ha existido aquí siempre! Lo cuenta la Biblia, lo dicen las ruinas, lo gritan las tormentas de arena, lo escriben los libros y las crónicas de hoy. ¿Habrá todavía un futuro de bien para este país y sus habitantes?” (cf. Filoni, F., La Chiesa in Iraq. Storia, sviluppo e missione, dagli inizi ai nostri giorni. Ciudad del Vaticano 2015, 234).
¡Recemos y esperemos que haya realmente “un futuro de bien para este país y sus habitantes”, y especialmente para sus cristianos perseguidos, marginados y expulsados de sus hogares y tierras – y también para sus otras minorías religiosas - que son, entre otras cosas, sus pueblos originarios!
Por último, agradecemos de todo corazón al Santo Padre Francisco su valentía e insistencia en visitar –como buen pastor- a su pequeño rebaño, que sigue siendo atacado por los lobos rapaces que se presentan bajo la apariencia de ovejas (cf. Mt 7,15).
Gracias de todo corazón, querido Papa Francisco, y buen viaje. Que el Señor le bendiga y que la Virgen le proteja en su Viaje Apostólico a la Tierra de Abraham.
* Sacerdote iraquí