La vida de cada día
Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles. (Mt 6, 7)
Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas. (Mt 6, 7-15)
Que en el día a día de mi vida se cumpla la voluntad de Dios. Este debería ser, en síntesis, el propósito de cada una de nuestras plegarias. Por esto es inútil llenar nuestras plegarias de palabras para atraer los favores de Dios. Él está más interesado en lo que tenemos en nuestro corazón y en nuestras acciones. Pidamos a Dios que nos revele, cada día, su voluntad, en tal modo de poder servirle lo mejor posible.