La UE condena a Rusia pero compra su gas
Mientras prosiguen las operaciones militares rusas en Ucrania, Mariupol está a punto de caer y la presión se ejerce en todo el este del país, el flujo de gas hacia Europa es constante e incluso aumentan los pedidos. Los países de la UE han emprendido una guerra económica contra la agresión rusa, pero siguen comprando gas a Moscú y se exponen a represalias económicas.
El enfrentamiento en los campos de batalla de Ucrania se ha intensificado después de que las tropas ucranianas que defienden el centro de Mariupol se negaran a aceptar la rendición ofrecida por Moscú.
La intensificación de los bombardeos rusos sobre esta ciudad persigue sin lugar a dudas objetivos militares, ya que uno de los objetivos estratégicos prioritarios de la ofensiva rusa es establecer una sólida continuidad geográfica entre el Donbass y Crimea, arrancando a Ucrania la salida al Mar de Azov. Este objetivo está ahora al alcance de la mano con la caída de Mariupol, que debería ser cuestión de días a falta de grandes novedades.
También el bombardeo con misiles del centro de entrenamiento militar de Nova Lyubomyrka, en la región de Rivne, al noroeste de Ucrania, persigue objetivos estrictamente militares, como las incursiones que en estos últimos días ha visto Kalibr, los misiles balísticos Iskander y, en un par de ocasiones, los misiles hipersónicos Kinzhal (que, de hecho, son imposibles de interceptar porque alcanzan sus objetivos a velocidades de más de 10.000 kilómetros por hora) han destruido bases aéreas, cuarteles y depósitos militares al oeste del río Dnepr, es decir, las bases donde se encuentran los voluntarios extranjeros que han venido a luchar por Kiev y las enormes cantidades de armas donadas a Ucrania por Estados Unidos y la OTAN.
Los bombardeos de Kiev y Odessa, donde los edificios deshabitados han sido alcanzados por el fuego de los barcos rusos, parecen tener un valor demostrativo destinado a ejercer una fuerte presión sobre la opinión pública para inducir al gobierno ucraniano a aceptar las exigencias rusas de un alto el fuego y un acuerdo de paz que ofrezca a Moscú las garantías que lleva tiempo pidiendo. Las negociaciones continúan, y aunque Ankara ha dado noticias reconfortantes de que los anuncios positivos son inminentes, ayer las conversaciones por teleconferencia entre las delegaciones rusa y ucraniana se prolongaron en dos rondas consecutivas.
El presidente suizo, Ignazio Cassis, ha dicho en los últimos días que esperaba que “las armas callaran pronto” y que Suiza estaba dispuesta a mediar o acoger las conversaciones, pero es poco probable que los rusos acepten como mediador a una nación que ha impuesto sanciones a Moscú renunciando a su proverbial neutralidad. Paradójicamente, en un clima de guerra y de sanciones a Rusia cada vez más fuertes –pero no al gas ruso-, la agencia de noticias Bloomberg ha informado de que los pedidos de gas natural ruso a Europa a través del enlace Nord Stream están aumentando, mientras que los flujos a través de Ucrania se mantienen estables. Así, aunque Berlín no ha activado el nuevo gasoducto Nord Stream 2, su predecesor está funcionando a pleno rendimiento, al igual que los gasoductos que atraviesan la devastada Ucrania, a la que nadie tiene interés en atacar. De hecho, Europa, que ataca a Putin y condena la invasión rusa imponiendo sanciones cada vez más fuertes, sigue haciendo que su economía sobreviva gracias al gas ruso.
En este sentido, la Oficina Federal de Estadística alemana anunció ayer que en febrero de 2022 el índice de precios de producción de los productos industriales en Alemania aumentó un 25,9% en comparación con febrero de 2021. Esta cifra es aún más alarmante si se tiene en cuenta que es anterior al conflicto, ya que la reciente subida de precios tras el ataque ruso a Ucrania aún no se ha incluido en los resultados de la encuesta que se cerró el 15 de febrero. Esto significa que en Alemania, y más aún en otros países como Italia, los productos industriales están dejando de ser competitivos en los mercados debido al coste de la energía. Una situación que ya está provocando la pérdida de muchos puestos de trabajo y que promete ser una catástrofe para toda Europa, pero que podría agravarse si Moscú decide bloquear el flujo de gas hacia Europa en represalia por el apoyo militar ofrecido por la UE y la OTAN a Ucrania.
Por otro lado, los que han optado por la “beligerancia” deben esperar que las amenazas rusas se materialicen, ciertamente no con acciones militares, pero sí con probables ciberataques o bloqueos del suministro energético, teniendo en cuenta que, por término medio, las naciones europeas estiman que tardarán al menos dos o tres años en sustituir el suministro de gas ruso. Este contexto también obliga a Europa a apoyar y fomentar una rápida solución negociada del conflicto. Por otra parte, Rusia no pretende destruir u ocupar toda Ucrania: sería un objetivo para el que las fuerzas desplegadas por Moscú serían totalmente insuficientes.
El objetivo parece ser rodear al ejército de Kiev, desplegado en gran parte en el este, y aislar las ciudades más importantes para inducir a las guarniciones ucranianas a rendirse, tratando de limitar las pérdidas tanto de soldados como de civiles. Basta con mirar el mapa de la invasión rusa para ver que las tropas de Moscú se mueven a lo largo de las fronteras y la costa ucranianas sin entrar en el centro del país. Por lo tanto, Rusia puede estar cerca de lograr sus objetivos militares prioritarios, como la conquista de Mariupol y la totalidad de los territorios del Donbass en las provincias de Donetsk y Luhansk, necesarios para sentarse a la mesa de negociaciones con una posición de fuerza.
Nadie tiene una bola de cristal, pero estos éxitos sobre el terreno parecen estar al alcance de las tropas rusas y, combinados con la presión continuada sobre Kiev, Kharkiv, Sumy y Odessa, podrían conducir razonablemente a las condiciones necesarias para un acuerdo a finales de marzo.