La tentación del poder
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. (Lc 12,43)
Jesús dijo a sus apóstoles: «Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre». Pedro le dijo: «Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?». Y el Señor dijo: «¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas? Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles. El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos. Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá». (Lc 12, 39-48)
Según el Evangelio, los que tienen más responsabilidad deben servir y no utilizar a los demás para sus propios fines. El que tiene autoridad no debe ceder a la tentación del poder para someter a los demás, sino que debe utilizarlo para hacer la voluntad de Dios y servir al prójimo. En caso de conflicto, hay que obedecer la ley de Dios antes que la de los hombres. En especial los cristianos no deben promover las ideas cómodas del mundo, sino que, con valor, deben proclamar la belleza de la fe cristiana, la única que da paz al corazón.