Santa Gertrudis la Grande por Ermes Dovico
FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

La perseverancia en la oración

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas (Lc 21,19)

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».

Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».

Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.

Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.

Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».

Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.

Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.

Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.

Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.

Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

(San Lucas 21,5-19)

 

Es necesario perseverar cada día, para que en el momento de nuestra muerte podamos encontrarnos en la gracia de Dios. San Alfonso María de Ligorio afirmaba con seguridad que quien reza se salva. Pero luego se preguntaba: «¿Podré rezar hasta el final de mis días?». Ante este temor, se encomendó completamente a la Virgen María, diciendo: «Madre amadísima, ¡dame siempre el deseo y la voluntad de rezarte!». Y, por supuesto, rezaba el Rosario muy a menudo. ¿Cuánto esfuerzo pones en perseverar en la oración cada día? ¿Te encomiendas a la Virgen María para recibir fuerza y constancia en tu vida espiritual?